Fernanda Siliuto

Textos escogidos

LA SÚPLICA

Un vago soplo, soplo ya expirante,
del numen celestial de la poesía,
es el que traspasó por un instante
estos umbrales de la mente mía.

Y así detente: elogios ni uno sólo
me prodigues a mí; mas sí quisiera
que alcanzaras favor del bello Apolo
para que en el Parnaso me admitiera.

Y tú, de mano, a su elevada cumbre
me llevaras, que al lado de las Musas,
se desarrollarían con su lumbre
las ideas que en mí siento confusas.

 

CANCIÓN

Si escuchases el triste lamento
que se exhala de mi alma, que implora;
y si oyeses mi lánguido acento
al vibrar de la lira sonora;

si también percibieses un día
las canciones de fuego que canto,
respirando la dulce poesía
que me inspira tu mágico encanto,

y piadosa tu negra pupila
sus reflejos a mí dirigiera;
y tu boca sin par, que destila
suave esencia, de amor sonriera;

¡Oh!, yo entonces feliz y gozosa,
ya calmada mi dicha ilusoria,
viviría tranquila y dichosa,
disfrutando en el suelo de gloria.

A UN LIRIO

¡Oh! yo te quiero, perfumado lirio,
porque eres bello y sin igual hermoso,
y porque tú, en mi crüel delirio,
cambias mi llanto en indecible gozo.

Yo me abalanzo a tu corola pura,
y en ella imprimo estremecido beso;
y tu pálida y nítida hermosura
causa a mi alma cándido embeleso.

Cuando amanece la divina Aurora,
y en el espacio sus raudales tiende,
y cuando el agua nacarada dora
con la trémula luz que bella extiende;

tú, que un capullo virginal ofreces
entre otras flores, con risueño aliento,
y que elevando tu corola creces

Acariciado por el blando viento;
abres tu cáliz de ambrosía lleno
al desplegarse con gentil donaire,
sus hojas lanzan en el prado ameno
perfume puro que embalsama el aire.

Cuando la brisa cariñosa mece
tu tallo erguido, lleno de nobleza,
y con vigor tus hojas estremece
prestándole elegancia y gentileza;

no tiene igual tu brillantez y gracia,
ni de tus sienes ese blanco bello,
ni flor ninguna te imitó en la audacia
con que levantas tu flexible cuello.

Que mucho sí tú das celo
a la hermosa madreselva
que crece en la culta selva
protegida por el cielo.

Que mucho sí tu primor
oscurece al laurel rosa,
a la reseda olorosa,
y al jacinto encantador.

Se doblega ante tu frente
el heliotropo gallardo,
y también el lindo nardo,
que embalsama el tibio ambiente.

Y el capullo virginal
de la azucena rosada,
y aquella flor perfumada
que está oculta en el rosal.

¡Oh, muéstrate siempre así,
más hermosa que otra flor!
¡Yo siempre te amaré a ti
porque veo en ti a mi amor!

A UNOS OJOS AZULES

Más que las tintas que la hermosa Aurora
extiende al colorar el nuevo día,
y que de la flor bella la ambrosía,
cuyo nítido cáliz perlas llora;

más que el rayo de sol que el mundo dora
reflejando su luz la mar sombría,
y que la cadenciosa melodía
del ave de garganta trinadora;

más que el placer del bosque, que convida
a desterrar los míseros enojos
que amargan las delicias de la vida;
y que del cisne el arrogante vuelo,
tienen encanto para mí tus ojos
del hermoso color del puro cielo.

 

A UN ARROYO

Tu murmullo cadencioso,
dulce, apacible, y süave,
en su curso bullicioso,
remeda el canto del ave
y su trinar melodioso.

Y tus aguas cristalinas
se precipitan ligeras
bañando el pie a las encinas,
que guarnecen tus riberas
junto a la flor con espinas.

Tu corriente presurosa
al deslizarse sutil
forma lenguas, espumosa,
y la reina del pensil
te saluda silenciosa.

Los pajarillos hermosos
se bañan en tus orillas
que las tapizan frondosos,
con las odoras vainillas,
los acantos misteriosos.

Cual hermoso ruiseñor
cuando se posa trinando
en los árboles con flor,
y se contempla, cantando,
en tu espejo encantador;

se ve a la joven velada
con manto de blanco tul,
con la frente rodeada
de una corona enlazada
con adelfas y abedul;

miras su faz inocente
en tu cristal puro, y luego,
le devuelves diligente
el rayo claro y ardiente
de sus pupilas de fuego.

Y en pago de esta mirada
que lanzan sus bellos ojos,
y en tus ondas reflejada,
una sonrisa encantada
ofrecen sus labios rojos,

quedándose así extasiada,
en tanto que sin cesar
tu linfa tan nacarada,
avanzando apresurada,
corre a perderse en la mar;

como fugaz nuestra vida
en este mundo engañoso,
que al dulce placer convida,
va a ocultarse en escondida
tumba, do existe el reposo.

[Todo en mi torno muéstrase dichoso…]

Todo en mi torno muéstrase dichoso
respirando ventura y alegría;
en tanto que sufriendo el alma mía
no encuentra ni un instante de reposo.

Y quién amarga el porvenir hermoso
que a mi pecho anhelante noche y día
con faz encantadora sonreía,
brindándole un hechizo misterioso?

¡Tú!… Portento de gracia y de hermosura,
por quien pasa mi vida macilenta,
navegando en un mar de desventura.

Mas si quieres calmar mi acerbo lloro,
destierra ese desdén que me atormenta
y dime en dulce acento: «Yo te adoro.»

 

UN BAILE EN EL CASINO

Si supiese pulsar la hermosa lira,
al son diría de su bello acento
lo que esta noche de placer me inspira,
entre el baile pasada y el contento.

Diría que el salón iluminado,
haciendo resaltar más los colores,
semejaba un jardín entapizado
de encantadoras y brillantes flores

que al compás de la música armoniosa
sus cabezas mecían con soltura,
cual en su tallo mécese la rosa
a impulso de la brisa que murmura.

Y, en torbellino rápido, lanzadas
las bellas, en parejas bullidoras,
por sus finas cinturas enlazadas,
dejaban transcurrir las breves horas.

Y diría que todo se ostentaba
radiante de hermosura y brillanteza,
y por doquier la vista divagaba
percibiendo elegancia y gentileza.

Y, en todas direcciones, lisonjeras
palabras deslizaban a porfía
los jóvenes apuestos, y hechiceras
sonrisas el galante recibía.

Y el fuego de unos ojos fascinaba,
al despedir mil rayos esplendentes,
eclipsando miradas que giraban
en torno del salón indiferentes,

de donde en tibios soplos se exhalaba
un rico aroma, grato y voluptuoso,
que a disfrutar placeres convidaba,
prestando al corazón dulce reposo.

Diría que mi pecho conmovido,
extasiado de dicha incomparable,
aceleraba el lánguido latido
al gozar de un placer tan inefable.

Tristísimo pesar, ¡ay de mí!, siento
por no saber pulsar la hermosa lira,
por no poder cantar con blando acento
lo que esta noche de placer me inspira.

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