Ana María Fagundo

Textos escogidos

DEL LIBRO BROTES (1965)

MI POESÍA

Es como si la rosa
pétalo a pétalo
fuera desnudando su fragante tersura
y se quedara limpia
e infinita en la soledad.
O cual si a jirones como gritos
de contenido silencio,
se me fuera desarropando lo más íntimo
en una dolorosa entrega.
Así es
ese yo inmensurable del poema
que me surca lo más hondo
que me cierne
me estremece y crucifica.

 

DEL LIBRO ISLA ADENTRO (1969)

¿A QUÉ?

¿Y este misterio de cuerpo florecido
como un sol recién salido
o un río en loca pugna con los montes,
o un horizonte rebosado de poniente?

¿Y esta mente que se inflama de luz
y estas venas que se crecen cual torrente
por los surcos de la carne?

¿Todo este raudal de vida
a qué silencioso lago,
a qué nube
a qué inquieto mar sin nombre?

 

DEL LIBRO DIARIO DE UNA MUERTE (1970)

OTOÑO I

Día a día te me vas escapando
como agua entre los dedos.
Día a día se cubren de noche
el verde de los valles y los cerros.

Gota a gota te vas, amigo,
hermano, padre, maestro,
sin que el caudal de mi palabra
taponar pueda tu lamento.

Paso a paso describes la curva,
la inmensa curva del silencio.
Paso a paso como el mar.
Paso a paso como el viento.

Hilo a hilo estás tejiendo
tu sudario de misterio
sin que yo pueda ayudarte
a pesar de ser carne de tus sueños,
a pesar de ser sangre de tu sangre,
a pesar de mi voz de isla adentro.

 

DEL LIBRO CONFIGURADO TIEMPO (1974)

ESPERANZA

Sí, volver a nuestro tacto de isla,
a nuestra primera conciencia del tiempo
y palpar nuestras esquinas más íntimas
sabiendo que allí, en ese espacio,
está la dimensión de nuestras vidas.
Buscar en el surco de las horas
las huellas que nos salven que nos digan
que nuestro caminar tiene su rumbo,
que nuestros pasos no van a la deriva
sino que apuntalamos ansias
y que nos afirmamos en tiempo y en espacio,
que somos en el mar como una isla,
mendrugo tenaz de voluntad
que yergue su canto cumbre arriba
segura de que todo permanece,
de que todo se va y todo vuelve,
de que el vaivén del agua no solo llega a la playa
sino que asciende hasta la cima,
y la cubre y la protege
para que su afán de isla en punta
-de hombre en pie de pugnano se borre del todo sino que siga
enhiesta sobre las aguas, esperanzada,
porfiando, sabiéndose infinita
aunque sus playas y sus cumbres se desmoronen
y sólo quede el mar,
el mar sin una isla.

 

DEL LIBRO DESDE CHANATEL EL CANTO (1981)

CHANATEL ES LA MARCHA Y EL REGRESO

Chanatel es la marcha y el regreso,
es el confinar al tiempo entre dos extremos
que no se tocan
aunque la mano palpe la aurora de las sábanas
y haya un olor a lumbre por la casa
y hasta los pasos de la ciudad se sientan
dentro de la sangre.

Chanatel es esta marcha y retorno que no cesan,
es la vida que corta hojas, que tala ramas,
que arranca raíces, que violenta vientos, que siembra,
siembra siempre mientras cercena con golpes ciertos
los brotes más tiernos.

La luz desde Chanatel se tiene siempre entera:
todo el amor
todo el dolor
para que la vida siga dibujando su ilusoria silueta.

DEL LIBRO COMO QUIEN NO DICE VOZ ALGUNA AL VIENTO (1984)

COMPROBACIÓN DE LA MATERIA

Para Acacia Uceta y Enrique Domínguez Millán

Hoy compruebas la materia:
una punta de álamo corta el aire,
el mar – horizonte a trozos – zigzaguea
entre bloques de cemento
y los niños juegan verano sin escuelas.
Hasta el aire- leche diluida- estrena
cuerpo concreto en el espacio.
Te acoges a tu forma
–manos, labios, sudor, sexo–
para decirte que eres movimiento glorioso
que anula el caos
y niega que el vacío ronde
detrás de las esquinas donde ponemos
nuestras señas y nuestros nombres.
La materia nos salva momentánea del olvido;
la materia nos hace hombres y mujeres,
seres que visten cuerpo y gesto,
seres que crean vida
y hacen real al tiempo
y concretan el espacio
aunque, a veces, se borren las huellas
y dudemos de la materia,
de la salvación por el tacto
y el sonido
y el olor
y el sabor
y esa mirada que transforma.

Hoy compruebas que dices la palabra al viento,
que la configuras y en ella te salvas
porque los otros tengan forma,
sientan el calor humano
entre tus dedos,
sientan el álamo,
el horizonte a trozos,
el ruido de los coches en la ciudad
y palpen la leche de brisa
en el espacio.
La materia vuelve a salvarte
como quien no dice voz alguna al viento.

 

DEL LIBRO RETORNOS SOBRE LA SIEMPRE AUSENCIA (1989)

VOLVER A TI

Volver a ti
es volver al hombre, a la mujer,
al cielo, a la espiga;
es volver a dios,
es volver al comienzo de la vida.

Volver a ti
es descubrir la palabra
en su vibración más íntima,
es hacerme lumbre y mar,
acantilado y bahía;
es correr ladera arriba
como corre el viento en la isla
y escalar espacio, tacto, perfume,
cavernas y rocas amanecidas.

Volver a ti
es volver a mi voz
a mi silencio de siglos,
a mi enarbolada palabra,
a mi precaria alegría.

Volver a ti
–acantilado, cumbre,
ladera, espuma–
volver a ti
es volver a mí misma.

 

DEL LIBRO EL SOL LA SOMBRA, EN EL INSTANTE (1994)

EL REZO

Mis ojos sin tus ojos no son ojos
Miguel Hernández

Mis labios sin tus labios no son labios
que son dos vericuetos sin amores,
dos tristes tigres, dos fulgores,
sin luces ni calor de tactos sabios.

Mis labios sin tu piel son dos rosarios
que han olvidado el rezo de sus cuentas,
son dos bocas feroces, dos hambrientas
estrellas sin su cielo y su calvario.

Mis labios sin tus labios son dos cantos
que entonan su canción en solitario.
Ven, amor, con tu sabio elixir santo.
Sumérgete en el templo de mi cuerpo.
Despertemos al tigre de la aurora.
Recemos conjuntados nuestros sueños.

 

DEL LIBRO LA MIRÍADA DE LOS SONÁMBULOS (1994)

EL VENENO (Fragmento)

Entró en el cuarto de baño. Abrió la puertecilla del armario y sacó el frasco verde. Se lo acercó a los labios y apuró con avidez su contenido. El verdor viscoso y tibio se le adhirió a la concavidad dura del paladar creando por unos momentos una capa lisa y suave que le acariciaba morosamente la boca. Era como si una mano suave se le estuviera deslizando prometedoramente por las encías, la lengua, la garganta. Una mano candorosamente ardiente que se escapaba hacia el hueco inmenso de la angustia…

 

DEL LIBRO TRASTERRADO MARZO (1999)

CARDONES EN FLOR

Los cardones graves, erguidos,
huraños al tacto acariciador de las manos,
bordean el acantilado
con sus mástiles enhiestos de verdura.
Estos cactus tan severos,
tan verticales sobre la negra lava,
apuntalan de decisión,
de empeño,
cualquier falsa blandura del terreno.
Ellos, saetas ancladas en las rocas,
saben de vaivenes,
de titubeos y desánimos
pero no se rinden.
Esperan.
Confían.
Y hoy, como un milagro,
entre las ariscas púas protectoras
ha florecido, golosa de abejas,
la miel nevada de su flor,
la blanca algarabía de su sueño.

DEL LIBRO MATERIA EN OLVIDO (2008)

MATERIA EN OLVIDO

La materia se aja,
se cuartea,
pierde el lozano ser
de otros días
y deambula titubeante
por manos
arrugadas de sombras,
por ojos
marchitos de tiempo.
Va cediendo la materia
su puesto a las horas,
aquí, un desaliento más,
allí, un resignado suspiro,
Su cansado caminar
apesadumbra
el camino

FINAL DE CICLO

El ciclo llega al final:
desde aquel primer brote,
desde aquella isla erguida,
desde aquel diario partir,
desde aquel tiempo de siempre,
desde aquella ilusionada luz,
desde la vuelta al hogar,
desde aquel decirlo sin decirlo,
desde la siempre ausencia,
desde el sol bordeado por la sombra,
desde la trasterrada raíz,
desde la palabra, la palabra,
al olvido,
al olvido ciñendo toda materia.

Esa era la luz buscada.
Esa era la respuesta.

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Diario de una muerte (1970), Ana M.ª Fagundo.

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1964
Claridad doliente (1964), Orlando Hernández Martín.

De Máscaras y tierra

edit. 1977
Máscaras y tierra (edit. 1977), Orlando Hernández Martín.

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edit. 1975
Catalina Park (edit. 1975), Orlando Hernández Martín.

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