Pedro García Cabrera

Textos escogidos

DEL LIBRO LÍQUENES

Esta racha de viento que a mí llega,
acaso fuera silbo
en las gráciles jarcias de una nave.
O sonrisas plegándose en el ojo
acuoso y abierto de un estanque.
O corcel embridado de una nube.
O carne melodiosa de un oboe.
O ¡quién sabe! Quién sabe y fue un suspiro,
que ha crecido, rodando por el aire.

Qué bien que te baila el viento
remojadito de sal.

Las rodillas en el agua,
el vientre fino en las velas
y el alma en la inmensidad.

 

DEL LIBRO TRANSPARENCIAS FUGADAS

Único y sin fronteras. Compacto
escalador de diáfanas planicies
que comienzan en ti y en ti terminan
sin que comiencen ni terminen nunca.
Aduanero de paz que ruborizas
la feria de colores de los mapas
y l’alta diplomacia de los soles.
Tan solidario siempre. Y tan igual
en tu imperio de alados celuloides,
sin problemas raciales que dividan
tu universal desvelo de ser uno
frente a los continentes disgregados.
Ahora sí que puedes encontrarme
en los primeros planos de tu insomnio.

 

DEL LIBRO LA RODILLA EN EL AGUA

DE CÓMO ESTÁS EN MÍ

Te me vas escapando poco a poco
de mi cielo, isla. Más isla y sola
al tic tac con que ahora te desnudo.
Hasta yo mismo que jugué contigo
a ser explorador por las dos niñas
de mis ojos, aprendiendo vertientes
donde se me caían las miradas,
me voy tornando como tú, una isla,
que hiela sus nostalgias con delfines
y derrumba los valles del latido,
emigrando de mí para encontrarme
en la desnuda soledad que pueblas.

 

DEL LIBRO ENTRE LA GUERRA Y TÚ

CON LA MANO EN LA SANGRE

Nadie se acuerda ya de la Gran Guerra
y aún tienen los ríos su largo brazo en cabestrillo
y los ojos saltados los puentes
y corazones ortopédicos los hombres.
Sólo tú, yo y aquel sueño polar de golondrinas,
con nuestras aguas verdes por la espera,
batimos el recuerdo en tu mármol, en mi frente, en su oído.
Nos venderán de nuevo
aunque prosigan con su rebelión armada los rosales
y la mentira con sus tres dimensiones y un pico con ojeras
y el treno de los trenes en el trino de una estación al este de los mares.
Todo se perderá: corales, ruiseñores,
la última comedia que apunte el caracol desde su concha,
los diarios que voceen las ranas al crepúsculo,
tu orfelinato de montañas locas,
tantas y tantas cosas que ignoran los cipreses.
Y de tu voz, hasta de tu voz, que enlaza la seda con los pámpanos,
fabricarán cañones que habrán de bendecir los obispos
para que rompan más eficazmente las venas de los sueños.
Se nos dará una gran razón: que somos hijos de la patria,
sin saber que a ti, a mí y al sueño polar de golondrinas
nos sobra espacio para vivir aun dentro de un beso de paloma.

 

DEL LIBRO ROMANCERO CAUTIVO

EN EL PUÑO DEL RECUERDO

El camarín de la noche
guarda un puñado de amigos.
No creáis que se divierten:
están celebrando un rito.
Hay muchas vidas descalzas,
muchas estrellas con frío,
muchas voces que nos hablan
con la lengua de un cuchillo,
la gran mano de la ausencia
llena de nidos vacíos
y muchas sonrisas muertas
ya sobre labios dormidos.
En la prisión de la noche
todos parecemos filtros
de pensamientos lejanos
y de amores desvalidos.
Nos oímos por las venas
cruzar un llanto de niños,
latir angustias distantes
y hacerse el recuerdo vino.
Nochebuena entre barrotes,
cerrada como un castillo
que proyectara su sombra
con un gesto pensativo,
tú vivirás en nosotros
por encima del olvido.

(Prisión de Baza, Nochebuena de 1940,
con trece firmas de prisioneros.)

 

DEL LIBRO HOMBROS DE AUSENCIA

Como tú, libertad, oh ausencia mía,
juegas en mis trapecios de colores.
Yo, tu circo, tus gradas expectantes,
tu naipe al alimón, tu anillo al dedo.
Me haces de cada músculo un camino
para lograr, altísima, mis sienes,
tú que tan honda, hondísima, entreabres
el alfa de tu vuelo en mis raíces.
Y al ascender calzadas interiores
hasta el nido de águila del gozo,
le das un doble eje a cada día,
médula virgen, torre de homenaje,
donde tú, libertad, velas las armas
que nunca te han de herir, oh ausencia mía.
Tan al pie de mi voz tu sombra nace.

(29 de octubre de 1942)

 

DEL LIBRO DÍA DE ALONDRAS

ALONDRA DEL PALOMO TONTO

El palomo no salía
del tejado de la iglesia.
No sabiendo amar palomas,
arrullaba las veletas.
Tenía las patas rojas
y blanco el buche de seda;
mas de nada le servía
tan elegante librea.
Se ponían coloradas
las palomas ponederas
porque se echaba en los nidos
con arrumacos de hembra.
¡Qué culpa tenía él
de sus interiores nieblas!
Un día se partió un ala
porque quiso, en su ceguera,
posarse en el silbo de humo
de una negra chimenea.
Andaba a pasos de oca
a la hora de la siesta.
Si picaba la albahaca,
bebía sorbos de menta.
Al divisarle, gritaban
los chicos de las escuelas:
«Ahí viene el palomo tonto».
Y le llovían las piedras.
Y se marchaba volando
a palomarse en la iglesia.
En un Domingo de Ramos
lo encontraron dando vueltas,
loco de arrullos y alas,
en torno a un panal de cera.
Desde entonces, el palomo
pasa las noches enteras
con una flor en el pico
haciendo sombras chinescas.
¡Y hasta la veleta siente
su flecha muerta de pena!

 

DEL LIBRO LA ESPERANZA ME MANTIENE

A LA MAR FUI POR MI SUEÑO

Esta noche he soñado con la mar.
Ningún silencio puntiagudo,
ni la más leve arista de angustia,
ni las nieblas del fondo perdido en la memoria
me quedaron en pie.
Todo estaba en una caracola de rumores,
confundido en la sal como al principio,
antes de que tuviese el agua
la primera ilusión de eternidad,
antes de que germinasen las algas una sonrisa.
Sólo tenía conciencia de que iba a nacer de nuevo
para estrechar la mano a los volcanes,
a la luz que se hiere en pestañas de ausencia,
a los barcos que no encuentran los puertos,
a los hombres que añoran su libertad perdida,
a las penas que salieran a recibirme por los caminos.
Pero penas felices como granos de menta,
penas con labios de mujer,
penas tan naturales como el ponerse la camisa,
penas de hombres sin miedo,
que ignoran el ataque y la defensa,
como las olas de desnudo torso,
como la hierba que medita y rumia,
como los que duermen en el mismo lecho
juntando los dedos y flores del descanso,
uniendo los cabellos derramados
en su mutua confianza de almohada,
amigos en el grito que taladra la noche
y en el calor de una copa de vino,
en la lágrima que deforma el colibrí de los contornos
y en la barca que rema su ternura de pueblo.
Soñaba con un mundo sin traiciones,
que no me tase el precio de mi hambre
ni me racione afectos ni palabras,
que no me despilfarre en latidos inútiles,
que no insulte los campos con trincheras
ni nos recuerde que manamos sangre.
En medio de mi sueño,
toda la sal del mar la sentía en mí mismo
cantando como un pájaro.
Si ahora os lo cuento al levantarme
es para que suceda y se haga carne un día
por montañas y valles y ciudades
aquí y en los planetas adonde el hombre llegue.
Con la mano en la mar así lo espero.

A LA MAR VOY TODAVÍA

Dime, tú, mar, ahora ¿a qué naranja
he de tender mi frente?
¿Debo arrancar de cuajo tus arenas,
golpear tus rumores,
escupir tus espumas,
matar tus olas de gallina de oro
que sólo ponen huevos de esperanza?
La paz te he suplicado y me la niegas,
mi ternura te ofrezco y no la quieres.
Pero algo he de pedirte todavía:
que no hagas naufragar a mi palabra
ni apagar el amor que la mantiene.
Aún mi mano en la mar, así lo espero.

 

DEL LIBRO LAS ISLAS EN QUE VIVO

Un brote de la mar ha llegado a mis pies.
Inesperadamente
se ha nacido del vientre de una ola
con su cuerpo de llantos y rumores
como si fuera de verdad una vida.
Tan pura exhalación,
tan leche hirviendo
coronó su existir apresurado,
que ni aun al recuerdo dejó brecha
su centella de agua.
Apenas si he podido retener un instante
su tiempo de morir,
su nacer velocísimo a la muerte.
Y acaso toda el alma de una isla,
más que obsesión de rocas a pie firme,
sea un brote de mar encadenado.

Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado.
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisen sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo,
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esa isla
que no sea silencio amordazado.

 

DEL LIBRO OJOS QUE NO VEN

PARIENTES ONTOLÓGICOS

Un perro de la calle,
fiel amigo del viento y las esquinas,
me acompañaba a veces
a mi rincón de párvulo
aprendiz de la mar.
Ignoraba su nombre si acaso lo tenía.
Era un perro de base,
sin que un collar lo distinguiera
ni tuviese educados los ladridos.
Un perro que era un puro
manantial de alegría
y un trotador del hambre.
Uno a otro nos dábamos presencia,
ambos nos compartíamos:
yo despertaba en su descanso
y él se echaba a dormir en un poema.
Resonando de atrás,
de las cureñas del azar del agua,
ritmos de la igualdad, fraternizábamos
un perro de la calle y un hombre sin fronteras,
dos cuentagotas de la eternidad.

 

DEL LIBRO HACIA LA LIBERTAD

DONDEQUIERA

Dondequiera que mueras viviendo,
dondequiera.
Tomando chocolate o comiendo madroños,
dondequiera.
Horneando la ausencia o caminando a gatas,
dondequiera.
En la melancolía o en los ásperos mares,
dondequiera.
Mirando lagartijas o rompiendo aguijones,
dondequiera.
En el canto del gallo o en los dientes de un peine,
dondequiera.
Dondequiera que vivas muriendo,
dondequiera,
eres amigo mío
dondequiera.

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