INAUGURANDO EL COLEGIO PEDRO LEZCANO
Jamás imaginé ver mi apellido
en una placa impreso
que no fuera en la última morada
en donde todos nos veremos.
Pero sobre este manantial de vida,
humano semillero
de un colegio, jamás pude soñarlo
ni en el más ilusorio de los sueños.
Hoy no quiero vestir de ceremonia
mi reconocimiento;
sería fatuidad toda modestia.
Quiero pasar el trance sonriendo.
Años y niños veo desfilando
a través de los tiempos.
El barrio de Jinámar tendrá parques,
agua diaria y luz, pulcros comercios.
Los niños bajarán como torrentes
ruidosos, saltarines y risueños.
Y al pasar la fachada
de este hermoso colegio,
me mirarán con cierta antipatía,
subido a ese letrero,
símbolo del estudio que comienza
donde termina el juego.
Algún niño curioso
preguntará al maestro
si el nombre que rotula el edificio
es el nombre del dueño.
Explicará el maestro: este es el nombre
de un señor que hacía versos.
Y pasarán más años y más niños.
Y alguno, descontento
después de vacaciones, con los ojos
nublados aún de sueño,
de una buena pedrada echará abajo
mi apellido paterno.
Y quedará: Colegio Pedro, a secas.
¿Quién será este don Pedro?
El profesor, rascándose la duda,
contestará perplejo:
-Yo lo sabía antes,
pero ya no me acuerdo.
Y el profesor consultará más tarde
al director del centro,
y acordarán complementar la placa
poniendo: Pedro Crespo,
u otro nombre que inspire a los muchachos
el debido respeto.
(De Biografía poética)
PLAYA
Alfombrada de senos por la brisa,
fue, como toda tierra, destinada
a ser urna de carne desechada,
molde eterno de todo quien la pisa
Dulcificada por la mano lisa
de espuma y sal, desnaturalizada,
ya esta tierra del mar, tibia y dorada,
abonada de sol, florece en risa.
Dejo el retiro gris de libro y pluma,
trocando por alegre paganía
este dolor abstracto que me abruma.
¡Hay tantos sueños a la luz del día,
en esta tierra que amansó la espuma,
que no ha soñado nadie todavía!
(De Muriendo dos a dos)
ROMANCE DEL TIEMPO
A José María Pérez Prats
Hace veintinueve años
un carpintero en mi pecho
-martilla que te martilla
está construyendo un féretro.
¿Hasta cuándo?-me pregunto.
Pero nunca me contesta.
Vivimos para ganarnos
la vida, mas la perdemos.
Viviendo, para vivir
apenas tenemos tiempo.
¿Tiempo? ¿Y qué es el tiempo? ¿Oro
o plata sobre el cabello?
El mercader ríe y canta:
¡Oro o plata, al fin dinero!
Sesenta latidos míos,
ciento veinte de mi perro.
Eso es el minuto. El alba
s acerca siete mil metros,
la muerte da un solo paso,
y Dios acaso un bostezo.
(Romance del tiempo, (fragmento)
ODA A FUERTEVENTURA
A Teresa Cancio
¿Para qué se desnuda tanta tierra
ardorosa y pasiva ?
Horizontes de senos acostados,
caderas desceñidas…
¿Qué amante secular tarda y desdeña
tan vasto amor, amante tan propicia?
Una hoja de vid, clásicamente,
cubre su virgen desnudez antigua.
Y acaso la palmera surtidora
y el tarajal ceniza
y el palio de algún ave, soñadora
de trigales, que emigra.
Sobre su cuerpo suéñase la rosa
y reside la espina.
Fuerteventura: tierra.
Edén para morir, tumba infinita.
Sabe a tierra mi boca si te nombro.
Todo enterrado alienta y agoniza.
El agua en pozos duerme sin arrullo.
La vid en hoyos crece y fructifica.
Y el hombre amasa en tierra, siempre en tierra,
su casa y su sonrisa.
¡Esperar y llorar, Fuerteventura!
A los ojos no llegan las sequías.
Tus mujeres sentadas
tus lentos hombres lloran a la orilla
con sus camellos de perfil de monte
y sus fincas tendidas…
Aran despacio el mar tus pescadores
-para vivir, para morir, no hay prisa-,
siembran un pez pequeño en hondo surco
que el mar bíblicamente multiplica.
Toda Fuerteventura aguarda en llanto,
cuerpo a tierra, enterrada y siempre viva,
yacente al sol, desnuda y meditando
en su resurrección o en su agonía.
Fuerteventura: Dios lanzó un puñado
de tierra en una tumba sumergida.
(De Biografía poética)
CANCIONES CONFIDENCIALES
Testigo mayor de edad
fui de tan joven belleza
que no sé si fue verdad.
Y ahora, muchacha, me digo
qué buscó en mí tu belleza
si no era tener testigo.
¿Buscaba sabiduría
de unos labios asurcados
que besaban o decían?
¿O te complació mirarte
viajando por mi memoria,
vencedora de rivales?
Si buscabas mi experiencia,
yo tu juventud buscaba:
contrato de compraventa.
La experiencia fu contigo
mas la juventud también.
Triste fue el contrato mío
Poseer: decir adiós.
Acariciar: despedirse.
Morir: hacer el amor.
Despedida y caricias
son dos gestos de la mano:
la mano queda vacía.
(Las Palmas de Gran Canaria, 1983, inédito)
CONSEJO DE PAZ
A Fernando Sagaseta
1
Muchachos que soñáis con las proezas
y las glorias marciales..
bajaos del corcel, tirad la espada;
los héroes ya no existen o están en cualquier parte.
Llegará la hora cero de ser héroes
cualquier día cruzando cualquier calle.
2
Contables misteriosos
cerrarán su balance.
Decretarán la nada entre los hombres
misteriosos contables.
Cuando en los hondos sótanos
Valientes y cobardes
recen al Alto Mando
por un soplo de aire
no los oirá ni Dios, que está más cerca;
no los oirá ya nadie.
3
Negación de los hombres.
Negación de las frases.
Si no sois primavera, espuma o viento,
Fuerzas de Tierra, Mar y Aire;
Si el vendaval no sois ni la semilla,
ni la lluvia que nace de los mares,
usurpadores sois de las palabras
nobles y elementales.
4
Homicidas sin culpa se disfrazan
del color de la tierra y de los árboles,
con floridos ramajes en la frente,
como en las bacanales…
Pero no son alegres las canciones
que inspira el mosto de la sangre.
5
Muchachos soñadores de epopeyas,
escuchadme.;
el pecho es el lugar que se designa
para el balazo de los mártires.
El pecho, nave heroica
donde retumba el corazón amante,
donde el plomo penetra limpiamente
como en templo de sangre…
Pero sucia de barro y excremento
cae la estatua de Marte.
Vuestras definiciones,
vuestras sabias verdades,
la inteligencia es pus sobre las frentes
de miles de cadáveres
Y en la tierra abonada por la muerte
solo he visto crecer la flor del hambre.
Muchachos soñadores,
bajaos del corcel, tirad el sable.
Cuando las botas pisen los olivos
y sus símbolos aplasten,
coged su savia espesa, echadla al mar
y veréis como aplaca tempestades.
(De Consejo de paz)
ROMANCE DEL CORREDERA
13 La siembra
Recién muerto lo enterraron,
nocturnamente y sin huella;
como los guirres esconden
sus presas después de muertas.
Cementerio de Tafira,
caliente va a la tierra
el cuerpo de Juan, abrígalo
con flores de enredadera.
Ciento cuarenta y dos es
el número de su puerta.
Juan el nuestro y el de todos.
Juan canario, Juan sin rejas,
Juan libre, Juan generoso,
Juan desnudo, Juan miserias.
Milagro isleño que brota,
espiga que nadie riega,
Cantar que nadie compone
pero que en el aire suena.
Siete vidas tiene el pueblo,
Siete vidas en hileras;
matan cuatro y quedan tres,
matan siete ¡y aún quedan!
Juan García fue sembrado,
simiente sencilla y buena,
Descanse en paz. Algún día
segaremos su cosecha.
(Romance del Corredera, (fragmento)
ESCULTOR DE BARRO
Yo no podré jamás ser un buen padre
con el pecho estrellado de condecoraciones
y el cuadro de un abuelo bien barbado
modelo de mi prole.
A una mujer le brotarán los hijos,
Tan milagrosamente como flores.
Llegarán preguntando a dónde vienen,
desde Dios sabe dónde.
Y yo, que he estado siempre entre preguntas,
¿qué responderé entonces?
Qué pena no poder ser un buen padre
lleno de tesis y de nombres,
con un consejo a flor de labio
y un dedo enarbolando las lecciones.
Mal puede un escultor hecho de barro
querer modelar hombres.
Ellos me pedirán para sus pasos
sendas seguras en el bosque.
-“Dejad la mano izquierda en el ocaso
y el corazón quemando al polo norte,
zaguero el sur y el este a la derecha.
Y ahora que conocéis los horizontes,
marchad, diré a mis hijos,
a donde oigáis cantar los ruiseñores”.
Qué pena no poder ser un buen padre
de los que todo lo conocen;
y qué vergüenza que mis hijos
se enteren por los libros de que hay padres mejores.
Les dejaré la herencia de mi frente,
un arca llena de interrogaciones.
¿Y qué pensarán ellos,
sintiéndose tan pobres?
¡Qué lástima tener que ser mal padre,
tan viejo y triste entre los jóvenes,
con la espalda curvada
de tanto cortar flores!…
(En Mensaje, nº 19)
PLAGIOS EN DESAGRAVIO DE LA ROSA
A Carlos Pinto
Pura, encendida rosa,
émula de la llama,
ya te hemos olvidado los cantores,
pura rosa apagada.
La dicha de los hombres permanece,
mientras muda de nombre su desgracia;
los tiranos, las pestes,
sus apellidos y sus fechas cambian
y así será anacrónico
acaso ya mañana
hablar del vietnamita
que defiende su casa.
Tú, en cambio, rosa pura,
hoguera sin mudanza,
aunque fugaz –pues te inauguras y ardes
la víspera del día en que te apagas
en relevo sin fin, rosa tras rosa,
haces eterna tu belleza en llamas.
Yo particularmente sigo amándote;
mi corazón te lleva en la solapa.
Te acaricio, deshojo tu corola,
sorteando el amor en dos palabras…
Y, sin embargo, yo comparto, rosa,
ese silencio donde en paz descansas,
yo tampoco te canto
porque otras cosas piden la palabra.
Tú eres ya una canción compuesta;
solo hemos de escucharte y tú te cantas.
Y aunque todos los hombres sin descanso
tu nombre declinaran
-o rosa, rosae, rosam…la primera
declinación de la feliz Arcadia-,
por eso ni la vida ni las rosas
se tornarían más rosadas.
Aquí y ahora existen
cosas que con nombrarlas se levantan,
que nacen o se acercan si se dicen,
despertando a bandadas la esperanza.
Y es preciso cantarlas sin respiro,
delante de sorderas y de tapias,
delante de las tumbas
enronquecer gritándolas…
Yo te quiero en silencio. (Y aun te canto
a veces en voz baja).
Algún día serás nuestra canción primera,
cuando hayas florecido en todas las ventanas.
(En El Día (Santa Cruz de Tenerife), 14- XI- 1971]