Jorge Rodríguez Padrón

Textos escogidos

DEL LIBRO OCTAVIO PAZ

(Fragmento)

Porque Octavio Paz es un escritor que, al mismo tiempo que pone en práctica el discurso, va desarrollando la crítica de esa creación; justifica, nunca de forma marginal, sino con el propio lenguaje, su acción sobre el mismo.

Y esto es lo que le confiere, precisamente, su singularidad: haber roto el concepto tipificado del escritor tradicional que ya ha conocido y aceptado unas determinadas fórmulas, y que debido a la manipulación más o menos ingeniosa de las mismas, viene a ser considerado un clásico. No me parece éste un término adecuado para caracterizar la actitud de Octavio Paz. Y no porque él no crea en los clásicos (todo lo contrario), sino porque no es un escritor clásico en la forma que entendemos por tales a esos artistas encerrados en las historias y en los manuales al uso; clásicos que sólo pueden ser objeto de reverencioso acatamiento, de petrificada referencia, sin que estemos obligados a plantearnos frente a ellos nuevos problemas ideológicos y formales. “Yo no veo –declara Octavio Paz- una gran diferencia entre la llamada literatura de experimentación y la llamada literatura tradicional. Si la literatura de experimentación es realmente literatura es tradicional y si la literatura tradicional es realmente literatura es experimentación. Lo demás no es literatura, es otra cosa”.

Tras la lectura de cualquier texto de Octavio Paz sucede siempre lo mismo: una especie de desasosiego, de intranquilidad, una creciente curiosidad por llegar a percibir todas esas cosas que el escritor mexicano nos propone de una manera abundante y abrumadora. Me atrevería a decir barroca si el término no se prestase a confusiones.

 

DEL LIBRO ANTOLOGÍA DE POESÍA HISPANOAMERICANA (1915-1990)

(Fragmento)

No se trata de una tradición que deba guardarse celosamente, ni a la cual haya que referirse adoptando una postura de deferencia y respeto, sólo se cuenta con un mundo abierto y sugerente; no hay allí una lengua dada, como hemos visto, sino una nueva actitud ante la lengua hecha que se recibe, por eso, o se utiliza como una máscara o se asume como una pasión, pero nunca será indiferente, nunca será un simple paradigma aprovechado utilitariamente sin hacerse preguntas sobre el mismo. Se trata de una lengua constantemente interferida, manipulada, gozada, padecida; inventada a cada paso, cargada de imaginación, enfrentada con sentido crítico indudable y asumida con explícita ironía. Esta posición tan moderna genera esa temporalidad aludida que se vuelca hacia el futuro. Curiosidad y cosmopolitismo serán, por tanto, dos constantes que tratan de superar sucesivamente la raíz casticista o la vuelta a la contemplación limitada de una realidad circundante. Una temporalidad original, anterior a la historia, que desconfía de esa historia y que inaugura un mundo: el de la imaginación poética.

 

DEL LIBRO UNA APROXIMACIÓN A LA NUEVA NARRATIVA EN CANARIAS

(Fragmento)

Porque, ¿qué es hasta el momento la nueva narrativa canaria? ¿Unas cuantas novelas publicadas, otras tantas en vías de publicación, una antología de narradores, bastante fragmentaria por otra parte, algunos relatos publicados en la prensa diaria o en revistas especializadas, la creación de unos premios literarios, las discusiones domésticas o los ríos de tinta consumidos para saber si es o no importante…? Bien puede comprender al avisado lector que no. Que eso sólo, por mucho que sea, no nutre una floración literaria que se precie, si todo ello no va respaldado por unas obras con entidad, y sobre todo con una continuidad probada. ¿La ha habido? Pues yo pienso que, a la chita callando, estos escritores que han empezado a ser conocidos, con cierta timidez y con mucha reserva, que pasan los trances del exhibicionismo que el juego editorial les exige; estos escritores, decía, creo que han trabajado durante bastante tiempo porque notaban también la necesidad de una obra que explicase el mundo en el que se desenvuelven y esa peculiaridad formativa y ambiental que les rodea. Yo creo que empezaron a trabajar “a fondo perdido”, porque bien conocían ellos las imposibilidades de difusión que tenían que soportar, lo que constituía un panorama poco alentador. Y trabajaron así hasta que se encontraron con una obra con posibles. Por eso, nunca he creído en la generación espontánea de esta nueva narrativa que ha despertado un cierto extrañamiento en la ronda literaria de los últimos años; por eso, y porque todavía creo –yo lo creo y ellos también- existe un camino muy largo por andar, y que no podemos echar alegremente campanas al vuelo; por eso, y porque abandonarse al fácil espejismo del triunfo no va a ser ningún bien a los escritores en los que yo pienso se puede confiar plenamente.

 

DEL LIBRO LECTURA DE LA POESÍA CANARIA CONTEMPORÁNEA. Tomo I

(Fragmento)

Hasta ahora, las referencias a la poesía de Canarias se confundían con un concepto tópico de insularidad; se acudía al uso de ciertos lugares comunes que la crítica menos atenta había puesto en circulación, cuando no de aspectos que poco o nada tenían que ver con la crítica literaria. No he visto, en ninguno de los trabajos que he podido consultar, y que no desestimo en absoluto, intento alguno de cuestionar las más comunes actitudes de la crítica, a todas luces insuficientes para explicar el fenómeno que nos ocupa; y tampoco queda muy claro, en aquéllos que lo han intentado, cuáles sean los perfiles singularizadores de esta poesía. En unos casos –creo- porque dichos trabajos son excesivamente parciales; en otros, porque sus argumentaciones no respondían al verdadero carácter de la poesía insular: se operaba sobre ella con un instrumento crítico que la presuponía, incuestionablemente, como continuación de la poesía peninsular, como eco o reflejo de los movimientos poéticos producidos en la Península, sin advertir que la posición excéntrica de las islas influye, de modo decisivo, en su actitud creadora, artística y literaria; que su condición periférica impone una poética diferente, en algunos casos utilizada de forma espontánea y hasta inconsciente. Una poética basada en una actitud dialógica, nunca reverencial; en la posibilidad de asumir el lenguaje no con el convencimiento, libre de toda sospecha, de su poder, sino con la cautela de quien comprende que puede, y debe, manipularlo, liberarlo de sus imposiciones académicas; y, sobre todo, tratarlo como un cuerpo vivo cuya sensualidad le permite desbordar cualesquiera de los órdenes establecidos para su realización.

 

DEL LIBRO LA PALABRA DADA

(Fragmento)

Confesión y testimonio obturan el discurso poético, porque acaban en sí mismos, porque se saben. Apenas configuran un discurso de lo neutro, de lo útil; pero nunca de lo creado. La poesía es sustantivamente inútil porque se resiste a ser la representación de cada momento y busca siempre dar forma (dimensión) a la experiencia, abriéndola al misterio de la vida y de la muerte: el amor, vértice donde la una y la otra confluyen y se confunden. Asentado en la certeza, el narrador cuenta lo que ha visto, siempre existe un antes que le sirve de coartada, de cotejo imprescindible; un poeta, sin embargo, ve lo que cuenta, con él empieza lo que habrá después: visionario o profeta, arriesga lo que está por venir; su mirada es inaugural, creadora. La tradición de nuestra poesía se halla –por el contrario- sujeta a la servidumbre (certidumbre) del trascendentalismo: se impone la adecuación a la serenidad de un orden, al cumplimiento de un mandato (religioso, ideológico, artístico), y la resistencia a la tentación de toda doblez irónica, al atrevimiento de la irreverencia: eso, en el pensamiento heterodoxo o en la rebeldía verbal del conceptismo… Y aun, en tales casos, teñida de un carácter agónico; doblez sesgada por el sentimiento de culpa, por el temor a la muerte.

 

DEL LIBRO EL BARCO DE LA LUNA. CLAVE FEMENINA DE LA POESÍA HISPANOAMERICANA

(Fragmento)

Sujeto pasivo de toda historia, invadida y colonizada en los sucesivos estadios de la sociedad, en los correspondientes espacios de la cultura, la mujer es el único reducto humano de verdad adolescente (manquedad de su ser; entrega y anulación en el deseo de ser; criatura trágica por excelencia, ya dije); en ella, la síntesis de aquellos extremos se materializa en forma, en cuerpo, y por ello mismo en palabra. Más que conjura, presencia; más que propósito, realidad; diré mejor, realización. Aquella pasión, en este lenguaje nutrido de sus contrarios, se manifiesta como la deseada conciliación entre ambos. Nunca simetría: debate.

La existencia de la mujer se dilucida siempre en el riesgo de una elección forzosa, y decisiva, hecha en soledad. Exiliada de la vida infértil (la luz), de una armonía aparente que sólo es temor al riesgo, confinada a la manquedad vista, la mujer opta por el revés (la oscuridad) como territorio de acogida. Revés, pero no negación: noche fecunda en donde el equilibrio de opuestos (nada-todo) se precipita en el abismo de un solo cuerpo primordial. En su fondo, otra luz (amanecer, alumbramiento) nueva e incierta: la esperada epifanía. Saber y amor (espejos para reconocerse) no proceden del orden heredado, serán destinos que aguardan al final de una peregrinación que es aventura y resistencia – nunca aceptación ni complacencia- por el lado de las sombras ahora habitado. Habla opuesta, por tanto, a causa del orden social, de la imposición (impostura) de la historia: la diferencia no será el sexo, por cierto. Todo escritor sirve al lenguaje, lo explora e inventa; pero la intervención femenina en ese lenguaje, movida por la posición de radical exilio desde la cual se produce, no puede ser otra cosa que invención (encontrar y hallar preguntando: los matices etimológicos), riesgo asumido por quien sabe que nada tiene que perder. “No conviene (…) definir a una mujer por lo que hace u omite. Mejor es atender a cómo lo hace u omite y desde qué punto de vista” (María Rosa Alonso. Pulso del tiempo). Diferencia. Pero derivada de su posición (disposición y predisposición), y de la consecuente perspectiva que dicha posición proporciona.

 

DEL LIBRO EL DISCURSO DEL CINISMO

(Fagmento)

Compromiso mendaz, y cínico, el que hoy manifiesta el discurso literario español, desde el espacio de la creación y desde el púlpito de la información. Al hacer irrelevante la diferencia entre ambos lenguajes, quien escribe se arroga, en exclusiva, el protagonismo intelectual, aunque tan sólo sea un merodeador por la superficie de la materia sobre la cual dice construir su pensamiento; aunque apenas se vea movido por otro interés que no sea el suyo, egoísta y utilitario. A este pretendido (y pretencioso) intelectual no le cuesta mucho renunciar a la ardua responsabilidad del oficio y plegarse a los acogedores aledaños de un poder al que con tanta facilidad accede, que con tanta satisfacción lo recibe, pues su presencia, su imagen, su nombre, maquillará de barniz cultural el pragmatismo que lo mueve como razón única y primera. No tanta dedicación para la obra; ni aventura vivida, ni conmoción y temblor consecuente que pueda hacerla creíble: apenas una construcción –muy inteligente, eso sí- suplantadora de la verdad. Carente de energía fecundadora (se consume en sí misma una vez consumida: como diario o revista de actualidad), sin la distancia suficiente para que su discurso tenga posibilidad de mostrar una imagen ambigua e irónica de la realidad, y deje al lector, en consecuencia, ante la necesidad de plantearse preguntas y dispuesto a la reflexión.

 

DEL LIBRO LA MEMORIA Y SUS SIGNOS

(Fragmento)

En la literatura, como en el amor. Lo que es decir como en la vida, en tanto que conquista y fracaso, en tanto que energía y fragilidad. Así he deseado acercarme siempre a la literatura: no con temor, ni con reverencia. La materia de la cual está hecha –los sueños- no es inabordable ni superior; al contrario, alienta a la altura humana, cerca de nuestro oído, próxima al labio, como beso. En la calidez del abrazo se consuma. Eso, naturalmente, cuando lo es de verdad y a la verdad se entrega Y sé –lo he aprendido con esfuerzo- que no es posesión, sino convivencia; la corrompen quienes, por su intermedio, dicen secuestrar y poseer sus significados; quienes la confinan y encierran, impidiéndole irradiar hacia sus más diversos e imprevisibles sentidos.

Me resisto cuanto puedo a hablar de mí mismo. Ahora, sin embargo, quiero hacerlo: afirmar mi fe – he dicho- en mi experiencia y memoria de lector, a lo largo de toda una vida. Y en la consciencia que sobre ella he ido construyendo, que ha contribuido a conformarme como soy: no con la confianza de quien sabe, con la inseguridad, cada día más palpable, de quien necesita completar tanta manquedad, llenar tanto vacío que somos. No entiendo el acto de leer como un camino para alcanzar, satisfecho, una interpretación; ésta, una lectura totalitaria. Libradme, manes de la literatura, de considerar la mía como la única posible, de solicitar para ella un general acatamiento.

 

DEL LIBRO OYENDO LO QUE ALGUNOS DICEN PÚBLICAMENTE. DEBATES CON LA POESÍA ESPAÑOLA

(Fragmento)

Desde los novísimos, precisamente, y ellos mismos lo declaran sin rubor, la poética presuntamente culturalista que pusieron en circulación (presunta, pues era más bien máscara tras la cual seguía resonando la vuelta nostálgica a la biografía personal, tan tópica en la poesía española, y contra la cual aseguraban haberse alzado) y la repercusión mediática que provocaron, y que resultó muy eficaz (todo sea dicho), son objetivos, casi nunca literarios y, desde luego, ajenos al verdadero riesgo y despojamiento que toda poesía pide para ser. Si queremos comprenderlo, basta con leer los libros que han ido dando, conforme se atenuaba aquel fragor inicial; basta con revisar la antología famosa, nuevamente editada  incluyendo sus contextos- en el trigésimo aniversario de su publicación. Así las cosas, y porque aquel lanzamiento tan bien orquestado acabó por desencadenar la mimética sucesión de varias promociones de postnovísimos (aunque se dijeran diferentes, repiten el modelo), no nos puede sorprender que la escritura poética española más reciente reincida en ese su mal natural y no haya sido capaz de superar sus consabidos límites: se contenta con ser mera relación de acontecimientos, bajo la tramposa máscara de otra retórica, y no se atreve a correr el riesgo de proponer una verdadera revelación. Con estratégica urgencia ha acuñado un término, una marca (poesía de la experiencia), queriendo significar con ella, tan sólo, poesía de lo narrativo cotidiano en su más estrecha dimensión. O se defiende diciendo ser una poesía que despierta la complicidad emocional, cuando lo que en realidad persigue es no exigir que se piense demasiado, que no se provoque agitación alguna en el seno del lenguaje.

 

DEL LIBRO EN LA PATRIA PERDIDA

(Fragmento)

En Alemania, como en Inglaterra, la nueva actitud intelectual y existencial supone una conmoción del espíritu y un profundo cambio histórico, ya en la siglo XVIII, al margen de la concreta denominación, sea Romanticismo o sea Pre-romanticismo, que a ese momento se le quiera dar: se trata de una respuesta de la consciencia a la escisión del individuo-naturaleza (o realidad circundante), y también a la que se produce dentro del propio ser, ya no uno, ni sustentado por el orden de razón, sino varios, con los cuales hacer frente a los diversos y dispersos sentidos de la existencia, tanto aquellos que la afirman como cuantos vienen a negarla y a manifestar ese límite o carencia sin los cuales el ser no puede reconocerse por completo. Distancia y contraste, muy claros entonces, con respecto a aquel casticismo español que se refugió tan sólo en lo propio, en una identidad segura con la que sólo pretendía manifestar su rechazo a la estricta servidumbre de razón, por ser razón y por ser extranjera. Si los ilustrados españoles acallaron todo devaneo espiritual o sentimental, toda explosión retórica que viniera del Barroco, quienes a ello se oponían sintieron – por su parte- la imaginación como cosa ajena; no alcanzaron a comprender en qué consistía el vigor orgánico de la naturaleza, fundamental en la concepción del Romanticismo (la naturaleza, para ellos, apenas escenario); ni disimularon su extrañeza ante el mito y la expresión simbólica, como si nada significasen para la lengua literaria española, más allá de una sabida materia temática. De cualquier forma, aquella subjetividad germánica, que viene de Hegel, no se tuvo por familiar de la afirmación individualista española, tan celebrada sobre todo a partir del levantamiento popular tras la invasión napoleónica, aquí, en lugar de reconocer y afrontar las limitaciones e imperfecciones del ser o los abismos del pensamiento, se responde sólo a lo establecido, sin arriesgar nada, creyendo hallarse en posesión de la verdad que, para el español, siempre ha sido su lugar más próximo, sus invariables costumbres, su renuncia a lo desconocido e inquietante.

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