(Fragmento p. 104 y sig. Los protagonistas son cuatro matrimonios: José Luis-Aurora;
Manolo-Cristina; Rafa-Marta y Ricardo-Rosa Mary)
Ahora Rafa está sentado en el brazo del sillón de Rosa Mary, al lado del tocadiscos, con el brazo derecho pasado por detrás, mientras José Luis y Marta bailan en el centro de la habitación. Aurora y Cristina charlan mientras recogen unos platos vacíos que se habían quedado diseminados por todos los muebles, ¿pero no dijiste que sólo íbamos a picar y que nada de cena?, cuando apareció Aurora en el marco de la puerta levantando espectacularmente sobre su cabeza la bandeja grande con la pata de cerdo nadando en la salsa, sí, hijo, pero una cosa es no cenar y otra pasar hambre, ¿no?, mientras la depositaba encima de la mesa del comedor, hacedme sitio, ¿queréis?, y Cristina, Marta y Rosa Mary separaban las botellas, los vasos, las bandejitas de los canapés, de la ensaladilla, de las aceitunas, e iban repartiendo trozos en los platos que Marta le acercaba a Aurora, lo que sí hacemos es que nada de sentarse, ¿eh?, cada uno coge su plato y se lo come como puede, claro, claro, asentía Ricardo, eso, eso, sonreía Manolo, nada de protocolos, y José Luis y Ricardo se comieron sus platos apoyándolos en uno de los estantes vacíos de la biblioteca, de pie, ¿quién quiere cerveza?, sin dejar de hablar; Marta, Rosa Mary, Cristina y Manolo, sentados en el tresillo, yo whisky, sí, para no cambiar, decía Manolo, tapizado de azul; Rafa y Aurora en una esquina de la mesa del comedor, pero esto es un banquete, hija, un banquete, mejor que en La Posada, repetía Manolo bebiendo largos tragos de whisky, el mismo whisky que bebía al principio, que bebió, que había bebido, desde media tarde; ahora está algo borracho, bastante borracho, acodado en el ventanal que terminaron por abrir a eso de la una, ¿no molestaremos a los vecinos?, dijo Cristina prudentemente, para despejar el ambiente caldeado por el humo, que se fastidien, Ricardo, con un vaso en la mano pasea desganadamente a lo largo de los estantes de la librería ladeando el cuello, unas veces a la derecha, otras a la izquierda, ¿por qué no se pondrán de acuerdo los editores, le dijo antes a José Luis, para imprimir las letras del lomo en la misma dirección?, leyendo títulos, envuelto en la música que llena la habitación y que se superpone a los murmullos de Aurora y Cristina, a las risas de Manolo y de Rosa Mary, que siguen sentados juntos, en el mismo sillón.
–¿Quieres otro whisky, Ricardo? –le pregunta Aurora al pasar por su lado, camino de la cocina.
– No, no –sonríe–, todavía me dura.
–Estate quieto, intelectual –gruñe Manolo desde la ventana–: te has pasado la velada…
–¡Uy la velada! –ríe Marta sin dejar de bailar–. Que cursi,
–Te has pasado la velada pegado a la biblioteca.
–Únete al bullicio–invita José Luis poniendo los ojos exageradamente en blanco ante un acorde de Extraños en la noche–; no permitas que el cerdo de Rafa seduzca a tu mujer.
–Tú seduces a la mía, ¿no? –responde Rafa sin apartar el brazo de la espalda de Rosa Mary.
–Sí–responde Manolo tartajeando un poco–, pero el pobre Ricardo no tiene la culpa.
Y todos se ríen ruidosamente, un poco más ruidosamente de lo habitual, e incluso Ricardo amplía en una casi carcajada mientras se acerca al otro extremo de la habitación y hasta Aurora, por favor, los vecinos, y Cristina, ¿qué ha pasado, qué ha pasado?, que vuelven de la cocina sonríen también mirando a unos y a otros como para enterarse del chiste, mientras Ricardo ha dejado el vaso, todavía lleno, encima de una mesita, se ha acercado a José Luis, le ha dado un golpecito en el hombro, le ha hecho una reverencia, con su sonrisa habitual, un poco como tímida nuevamente, ha abrazado a Marta, cambio de pareja, querido, y sigue bailando con ella los últimos acordes de Extraños en la noche, bajo la mirada burlona de Cristina que se ha sentado en el sofá, enfrente de Rosa Mary, ojo por ojo, ¿eh?, grita Rafa desde el sillón, Ricardo se encoge de hombros, adulterio por adulterio, querido, es lo justo. Aurora está ahora de espaldas a la ventana, al lado de Manolo que se ha acodado en ella y que contempla la calle Méndez Núñez, ceñudo, como enfadado, con la boca torcida, el pelo, escaso y canoso, revuelto, ¿estás piripi ya?, ¿yo piripi?, trabándosele un poco la voz, mientras se ríe Aurora a su lado, no, oye tú, que me he atragantado, la risa de Aurora, sí, sí, atragantado, llena toda la habitación, pasando incluso, por encima de Frank Sinatra, los otros, Ricardo, Cristina, Rafa, levantan la cabeza, oye, sí, de verdad, riéndose Manolo también, Manolo se empeñó, a la hora de comer, cuando la pata de cerdo, pero si esto es un banquete, Aurora, esto es un banquete, en seguir bebiendo whisky, ¿no prefieres cerveza?, como toda la noche y como toda la tarde, no, no, whisky, whisky, para no cambiar y se había bebido tres más, esta noche la coges, se reía Aurora poniéndole hielo, no, hija, qué va, comiendo…, […]