Yo no me pertenezco. Soy sólo del camino. De ese largo camino que invita a no volver. De los anchos desiertos y las blancas estepas donde olvida el espíritu la realidad de ser.
Amo el mar indomable, su belleza rebelde,
verde extensión de agua que de mi alma se adueña. Y amo un claro lucero, lejano, palpitante,
que altivamente solo, en el espacio sueña.
Amo lo que es arcano, lo que quizá no existe. La distancia me llena de una vaga ansiedad. Me atrae lo indefinible, lo que se llama: lejos, como atrae a las naves la azul inmensidad.