Porque en mí estabas, vienes redundante para ser definitiva
mi noche de sábado.
Queda en paz la ropa de los cuerpos que se alejan. Nada cuelga
ya de la tristeza.
Se abren las colchas y después los labios. Por las cuatro esquinas
rojas cabalgan las excitaciones.
Y las sábanas desbocadas caen por uno de los bordes del silencio.
Y todos los poros cantan gemidos en aquel tramado paraíso.