PARA QUIÉN
¿Para quién la belleza si nadie puede verla? ¿Para quién la sonrisa, cuando a nadie le importa que estés alegre o triste, pensativo o feliz?
Cuando pisas las playas vacías de la vida,
y la arena no es cálida,
y el mar es duro y gris.
¿Para quién la belleza si la rosa está sola
en medio del desierto? ¿Para quién la sonrisa, la mirada, la voz?
Si no hay ojos ni manos que puedan recibirte, ¿para quién la caricia,
la dulzura sin fin?
Esta noche se han ido del cielo las estrellas
y un árbol agoniza
en el viejo jardín.
LAS PLAYAS VACÍAS
¿Por qué vienes ahora,
cuando ya estaba el alma adormecida con su dolor a solas?
Yo no te había llamado, pensamiento.
Hace tiempo vagabas libremente por ese limbo azul,
donde los sueños,
cansados de ser sueños, también duermen.
Yo no te había llamado.
Casi estaba feliz por no tenerte, sombra de amor, o pena,
o rebeldía,
llamando con tus dedos transparentes, empujando la hierba perezosa
de ese mundo invisible de la mente.
Feliz por no tener más pensamiento que no pensar en nada,
que no llorar por nada,
que no sentir ya nada.
Ni el calor de la llama, ni el dolor de la espina, ni el penetrante aroma
de las rosas de mayo.
Ni la sensual locura
de las flores nocturnas.
Estaba el corazón tan fatigado de tanto galopar por las llanuras donde nadie te oye.
Por las playas vacías,
del sueño y del deseo…
De tanto tener sed
y no apagarla.
Ya no hay fuentes, ni ríos,
ni lagos de transparente luz.
Ay, ya no hay cielos.
¿Han muerto de repente las estrellas?
Quizá en otro tiempo reciba tu visita
con la mirada clara, como me gusta hacerlo.
Cuando pueda encontrar las palabras exactas
que reflejaban tu rostro,
el rostro que yo amo.
Pensamiento importuno… Hoy no te quiero,
mi pequeño fantasma,
hoy te aparto con pena
de mi lado.
Pero vuelve otro día,
quizá -todo es posible- encuentres al final
del silencio y las sombras
las estancias de nuevo florecidas.