VUESTRAS MORADAS
He venido a cantaros, uno a uno.
A entregaros el río de mi aliento,
la amapola fugaz de mi alegría
y el desprendido aroma de mis versos.
He venido a cantaros, a deciros
con claridad de madrugada nueva
que el sol abre en los surcos de la vida una inmensa y rotunda primavera.
Os aguardo a la entrada del molino donde la harina cálida se ofrece
a vuestras manos que la quieren pura, a vuestros labios que la sueñan nieve.
En el centro del bosque hoy os espero, corazón verde, fruto ya inflamado, nido de estrellas, copa de frescura, lleno de quietas ramas y de cantos.
Al fondo bajo de la oscura mina.
Allí el silencio mora, allí lo palpo como un carbón ardiente, duro y negro, oscura boca, descarnada mano.
Y al mar después me voy, donde la barca del pescador aguarda la promesa
de ver sus redes llenas con la viva
y saltarina luz de sus cosechas.
Al taller entero y el jardín recorro. Subo a las casas, cruzo los sembrados. En todo encuentro la semilla nueva,
el fruto claro del amor logrado.
Hermanos, si hoy me acerco a visitaros, los ojos firmes, la sonrisa abierta,
como el que abre la mano a la esperanza, vuestras moradas ábranme sus puertas.
LA PUERTA ABIERTA
Es para todos. Para cada uno.
Nació como una espiga de oro vivo, como una llama azul ardió en mi pecho y transformóse en libro.
Verso a verso fui haciendo vuestra casa. Un edificio de cristal y luna,
una clara colmena que albergase
la fuerza y la ternura.
Entrad en ella, hermanos. Allí aguardan
sus bosques luminosos y fragantes
vuestros cansados cuerpos, y en sus fuentes la sed podrá apagarse.
El polvo y el sudor serán borrados, la fatiga olvidada y la tristeza alejará sus manos de vosotros
y hallaréis la belleza.
Venid de los molinos, de las minas,
de las fábricas grises, de los campos. Venid con vuestros sueños y amarguras. Aquí termina el llanto.
Vuestro imperio comienza. Todos somos servidores de todos y hoy debemos repartir como panes la semilla
de días venideros.
Yo he querido poner en vuestras manos una paloma blanca – pluma y nieve-
y una rama de olivo – paz y altura-
que del aire nos viene.
Un libro fresco como el agua pura que vive en las montañas escondida. Un libro que encerrase entre sus hojas ramales de alegría.
Una morada de esperanza y gozo, de rama verde y liberado fuego. Para todos y para cada uno
mi corazón entrego..