LAFALDA
Esa falda de tela desvaída,
tantas veces lavada, usada, poseída, se ciñe a mi cintura
tan impalpablemente,
que casi ni la siento resbalar
suavemente, rozando mis caderas. Y esa blusa gastada
de la que tú te ríes
cuando me la ves puesta,
ofrece su caricia más íntima
a mis senos, ahora no tan altivos, como ella, no tan nuevos.
Ay, las cosas gastadas
por el tiempo y la vida,
se han hecho tan amigas
de mi cuerpo,
que cuando estoy cansada nada me reconforta
como su suave tacto,
tan cálido y sereno.
El gran armario guarda las ropas más preciadas. Oscuros terciopelos, suaves sedas de Italia. Los hermosos vestidos.
conque te gusta verme. Pero ahora estamos solos en la dulce penumbra
de la tarde que cae. Perdóname que elija
entre el placer de verme hermosa ante tus ojos, esta humilde alegría
de verme como soy.
LA MECEDORA
Duermes en un rincón, ya abandonada,
oh vieja mecedora
de mis sueños. Duermes rota, tan rota,
tan vacía de presencias amadas. Tu respaldar atado
con trozos de cordel,
casi coqueta,
tan tierna y femenina.
Un día tú también, curiosa y bella,
con tu mimbre brillante, con tus formas pulidas, dabas gracia al salón.
Presencia acogedora
a aquel que te escogía para leer un libro, charlar con los amigos, o mecerse en tu vientre
acompañado
por el mágico embrujo de alguna melodía. Ahora, abandonada suspiras en la sombra
y esperas que unas manos compasivas
vengan a liberarte,
y otra vez te devuelvan tu belleza perdida.
Y ser de nuevo como ayer lo fuiste, asiento para el niño y la sonrisa,
asiento para el sueño
y la esperanza.
Acogedora flor para la amiga que regresa de lejos
y nos llena la casa
de alegría.
Y sobre todo ser como eras antes, mecedora de lágrimas y risas.