MARTES, 9 DE DICIEMBRE. —¿Cómo se apaga el rostro que hemos amado? La primera vez que lo vimos fue tal su resplandor que al instante se volvió incandescente y enseguida se borraron los rasgos, como al mirar al sol se nos ciegan los ojos.
Cuando quisimos mirarlo otra vez, ya no estaba. En su lugar oscilaba una imagen borrosa, más literaria que verídica, convertida en una evocación que arrastrábamos.
Siendo nosotros tantas miradas perdidas, finalmente no conservamos ninguna. Somos los ojos del mundo que nos mira, si nos mira. Somos los ojos vacíos, las olas que suspiran por volver al horizonte, al rostro inaccesible.