Fragmento del primer acto
LUISA.— (Entrando) Parece que la mujer está alegre.
JUANITA.— Recordando viejos tiempos mi niña, que tu madre siempre tuvo buena vos.
LUISA.— Eso veo, que por lo menos la vos no la pierde.
JUANITA.— Ni la alegría, porque además, es víspera de fiesta.
LUISA.— Por eso vine, a preparar las cosas para la romería.
JUANITA.— Pero usté tenga mucho cuidao, mi jija, que las cosas no están hoy como pa muchas confiansas. Y más en estas noches, que se prestan más al relajo.
LUISA.— Yo sé cuidarme.
JUANITA.— Ansina es, que si una no se cuida, nadie puede cuidarla. Y yo lo que hago es arvertirla como madre, que mi alma la quiero pa Dios.
LUISA.— Cada una sabe lo que tiene que haser.
JUANITA.— Ansina es, pero de aquellos amores de chiquilleja te habrás olvidao, porque asegún disen, él es ya cura.
LUISA.— Lo más que usté sabe es que ya cantó misa.
JUANITA.— Pero disen que está destinao en esta parroquia, y yo no quiero ni que lo saludes, pa que no haigan alegatos.
LUISA.—Yo voy a llevar mi ofrenda, y si me saluda, lo saludo; que él es un hombre como otro.
JUANITA.— (Levantándose indignada) ¡Lo que me faltaba oír! Aquí los curas han sido siempre pa resar, pa confesar, pa bautisar, y pa enterrar a los muertos. ¡No han sío nunca un hombre cualisquiera! ¡Eso lo dejas pa las películas de la telavisión!
LUISA.— Pues si me saluda, lo saludo.
JUANITA.— Pero él fue tu pretendiente.
LUISA.— (Yéndose) Pues yo iré a la romería, que nada tiene que ver. (Entra en las habitaciones)
JUANITA.— (Indignada, viéndola salir) ¡Lo que faltaba, los curas son pa resar, no pa acostarse con ellos! ¡Cometa! (Furiosa sale tras ella, mientras se hace un oscuro. Cuando se va haciendo de nuevo la luz, aparece, sentado en un banco al fondo, lateral izquierdo, el ciego AMADEO, apoyado en el bastón).