Fragmento de la primera escena
La escena representa una estación cualquiera, con todos los cachivaches que pueden caber en una estación. JUAN, el único personaje visible de la acción, aparecerá con la peluca en la mano, como alguien ajeno a la representación. El escenario estará en penumbra, e incluso pueden verse tramoyistas que terminan de colocar alguno de los escasos cacharros que llevará la escena. Solo es imprescindible un baúl. JUAN entrará por el fondo del patio de butacas y desde allí se dirigirá al electricista.
JUAN.— (Desde el fondo del patio de butacas). Sí, más luz, más luz. (El escenario se ilumina). Bien, está bien. (Dirigiéndose al público desde el mismo patio de butacas). Señores, nos encontramos en un extraño salón, desguarecido, en el que todo puede o debe caber, como en la vida. Paredes mugrientas, casi una estación sin exclusivismo de carruajes. Sentado sobre ese, mi viejo baúl, Juan, yo, el único personaje visible, aguarda o llega, claramente no se sabe ni siquiera por mi parte. Puedo tener cincuenta años. (Mostrando la peluca que lleva en la mano). Llevo peluca cana, que ha de parecer mi propio pelo, y arrugas ficticias que parecerán reales. En el rostro, toda la mascarada de una vida intensa. Visto como un modesto hombre al que le ha costado mucho sostener el tipo. (Señalando). Chaqueta marrón a grandes cuadros, pantalón gris, camisa de color y corbata de lazo. Todo bastante usado, pero digno. Simplemente digno. Se escucharán ruidos de autos, de avión, de tren que pasa. Y yo, con mi viejo baúl, un tanto cansado como quien espera sin compañía, por ver si llega el encuentro. Se volverán a escuchar ruido de motores, y hasta de algún perro que ladra. Mientras, yo, Juan, permaneceré sentado.
(Se apaga el foco que ilumina al personaje que sube al escenario. Inmediatamente, en penumbra aún la escena comienzan a escucharse los ruidos ambientales de estación que ha descrito y, a poco, se enciende el escenario. JUAN se ha colocado la peluca y permanece sentado sobre el baúl, con la cabeza apoyada entre las manos. Fustigante, ladra un perro).
No, no es necesario que se alarmen, ni los perros ni nadie. No voy a robar nada. Siempre que uno espera en un lugar desconocido suele pasar igual. Yo estoy esperando, porque tengo derecho a esperar, como cualquiera. (Saca del falso de la americana una cartera bastante deteriorada, la abre y toma una fotografía. Contemplándola). Espero aquí, porque me dijo que vendría a la estación. Lo malo fue que no concretamos hora, fue un error. Pero sé que vendrá, tiene que venir, porque yo no me voy a pasar la vida esperando.