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La literatura de Victorina Bridoux y Mazzini (Manchester, 1835 – Santa Cruz de Tenerife, 1862), se enmarca en el movimiento del romanticismo. Los versos son una exaltación de las emociones, especialmente de la nostalgia, el tiempo lejano, el amor y el sentimiento de comunión con la naturaleza. Para la crítica literaria María Rosa Alonso, se trata de una de las autoras del siglo XIX que merece no caer en el olvido.
Victorina Bridoux y Mazzini nació en Manchester el 9 de abril de 1835. Era hija de Carlos Honoré Bridoux y Lefebre, comerciante al por mayor de París, y de Ángela Mazzini, nacida en Cádiz, poetisa y dramaturga que aportó al teatro romántico español importantes dramas históricos.
Sus progenitores se habían trasladado a Manchester en 1833, pocos días después de haberse casado, a causa de las obligaciones laborales que allí debía desempeñar Carlos Honoré Bridoux. En 1838, cuando Victorina Bridoux contaba solo con tres años, su padre perdió la vida en el transcurso de un negocio que lo había llevado hasta Valparaíso (Chile), circunstancia que obligó a Ángela Mazzini a regresar, en compañía de su hija, a su Andalucía natal, donde sobrevivió impartiendo clases de idiomas, concretamente, de inglés, francés e italiano.
En el Colegio de religiosas irlandesas de Gibraltar, donde su madre era docente, se educó Victorina Bridoux, que enseguida mostró excelentes aptitudes para la música, los idiomas y la literatura. Allí estudió Bridoux hasta los trece años, siempre con salud delicada. Luego volvió a Cádiz, y finalmente viajó junto a su madre a Sevilla y a Santa Cruz de Tenerife, ciudad en la que Ángela Mazzini dio a conocer su trabajo como dramaturga.
En Santa Cruz de Tenerife, ciudad a la que llegó con su madre con apenas veinte años, Victorina Bridoux comenzó a ofrecer funciones benéficas de declamación en el teatro. Podríamos afirmar que el resto de su tiempo lo dedicó a la escritura y, como era costumbre en la época, al matrimonio y a la maternidad. En 1855 se casó con el capitán graduado de infantería Gregorio Domínguez de Castro, con quien tuvo cuatro hijos.
Casi de forma inmediata a su llegada a la isla, la poeta comenzó a publicar textos en El Noticioso de Canarias. Con el tiempo, llegaría a publicar composiciones literarias en casi todos los periódicos de la época.
Los restos de Victorina Bridoux y Mazzini descansan en el cementerio capitalino de San Rafael y San Roque, un recinto catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2006 que tan solo abre sus puertas al público una vez al año: el Día de todos los Santos. No obstante, en la lápida no figura su nombre, sino el de su marido.
Poco antes de su fallecimiento a los veintisiete años, víctima de la epidemia de fiebre amarilla que asoló Santa Cruz de Tenerife en 1862, logró dejar lista para su publicación Lágrimas y flores. Producciones literarias, en dos volúmenes, que vio la luz un año después de su fallecimiento (Santa Cruz de Tenerife, 1863) como homenaje póstumo por parte de su esposo, quien se encargó de que esta obra se editara. Además, esta publicación apareció con una amplia nota biográfica de su amiga y también novelista Rosa Sinués de Marco, entre otros textos.
Sin embargo, su obra narrativa -un total de tres novelas- no corrió la misma suerte, ya que quedaron inconclusas, si bien es cierto que fueron publicadas por sus herederos. Se trata de las obras tituladas El bálsamo de las penas (Madrid, 1863), Amparo (Zaragoza, 1890) y El secreto de la hermosura (Zaragoza, 1890).
Posiblemente uno de los grandes valores de la obra de Victorina Bridoux y Mazzini reside en que fue la primera escritora en Canarias que logró publicar un libro (si bien este hecho se produjera de forma póstuma). Desde el punto de vista histórico, es la primera mujer en Canarias con un libro editado.