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Poeta canario y universal, pensador, hombre de compromiso ético y estético, Pedro García Cabrera, coetáneo de la Generación del 27, va a vivir desde las islas «la hora universal de la cultura», ese empeño que pone en marcha el grupo de Gaceta de Arte y que será segado por el golpe militar de 1936. Su obra muestra las inquietudes intelectuales y artísticas de una amplia época de la literatura del siglo XX: neopopularismo, primeras vanguardias, poesía abstracta, surrealismo, poesía social…
«En medio de las llamas,
con las espinas de los hombres,
vinieron a la vida y a la muerte
el rosal y el poeta» P.G.C.
Pedro García Cabrera nace el día 19 de agosto de 1905 en Vallehermoso, y en ese abrupto y paradisíaco paisaje insular permanece hasta los siete años. A su isla natal, le dedicará un hermoso romance, Gomera. En 1915, tras una breve estancia en Sevilla, la familia se establece en Tenerife, e inicia sus estudios de Bachillerato en el Instituto General y Técnico de Canarias (La Laguna). Desde muy joven, colabora en la prensa y publica en La Voz de Junonia y Gaceta de Tenerife. A partir de 1926, sus escritos aparecen en Hespérides, revista en la que coinciden escritores ligados al modernismo y al regionalismo de fin de siglo con jóvenes poetas e intelectuales que formarán parte del grupo de vanguardia. En 1930, es uno de los fundadores de Cartones. Además, junto a E. Westerdahl y D. Pérez Minik, entre otros, participa en la creación de Gaceta de Arte (1932-1936), revista internacional de cultura, que conectó a los intelectuales y artistas canarios con las vanguardias europeas y el surrealismo. Desde Gaceta de Arte, se organiza el viaje a las islas de A. Breton, J. Lamba y B. Péret, suceso que va acompañado de una exposición internacional de arte surrealista en Santa Cruz de Tenerife, de la firma de un manifiesto y la publicación del segundo número del Boletín Internacional del Surrealismo, y de la proyección de La Edad de Oro.
En los años de la Segunda República, a su compromiso intelectual se suman sus inquietudes sociales y políticas. Afiliado al PSOE, es elegido concejal del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife (1931) por la Conjunción Republicano-Socialista y nombrado consejero del Cabildo Insular. Dirige Altavoz y El Socialista, y participa, activamente, en la vida pública. Tras el triunfo electoral del Frente Popular, viaja a Madrid, en abril de 1936, para asistir a la elección de Manuel Azaña. Cuando, en julio, se produce el golpe de estado contra la democracia, P.G.C. es detenido y deportado a un campo de concentración en Villa Cisneros, del que los prisioneros se evaden en 1937. Marcha a Dakar (Senegal) y, posteriormente, desde Marsella, entra en España y se integra en el frente republicano de Andalucía, donde realiza labores de inteligencia militar. Sufre un grave accidente y, en el hospital, conoce a Matilde Torres Marchal con quien se casará en 1948. Detenido en Granada, unos meses antes de acabar la Guerra Civil, permanecerá en prisión hasta 1946.
En los difíciles años de la posguerra, a pesar del mísero ambiente cultural marcado por una férrea censura y de la disolución del grupo de vanguardia, García Cabrera, Westerdahl y Pérez Minik impulsan la publicación de una nueva y fugaz revista: De Arte. Además, P.G.C. reinicia sus colaboraciones con textos críticos y relatos, en la prensa local, especialmente en Gaceta Semanal de las Artes, y se convierte en maestro de los jóvenes escritores. Vive con ilusión los años de transición a la democracia, y da conferencias y participa en diversos actos, como el Primer Congreso de Poesía Canaria en 1976. Siempre comprometido, ética e intelectualmente, muere en Tenerife en 1981.
1928-1936: años de compromiso intelectual. La publicación de Líquenes (1928) vincula al poeta con las inquietudes que animan los primeros libros de la Generación del 27 y la lírica europea contemporánea: neopopularismo y formas cultas ligadas a las primeras vanguardias, en especial, al ultraísmo y creacionismo. El mar que rodea la isla, espacio lírico que abre caminos al ensueño, se convierte, en palabras de Nilo Palenzuela, «en una fuerza que lo anega todo», y «la isla en una presencia insuflada de mar». A partir de 1930, inicia en la prensa una labor ensayística esencial para entender su pensamiento universalista, su visión del paisaje y de la estética vanguardista, y, también, su punto de vista sobre las posibilidades del lenguaje poético abstracto. Así, en su ensayo, El hombre en función del paisaje, revisa críticamente cuáles son los fundamentos de una auténtica literatura regional. Asimismo, escribe Proyecciones, su única obra teatral. Transparencias fugadas (1934), es ya un libro de madurez, cuya construcción responde a una preocupación intelectual manifestada en varios de sus ensayos: «El arte abstracto expresa mejor que ningún otro prisma de nuestro tiempo la tragedia del hombre contemporáneo, porque la remonta a un escenario cósmico». Ahora el aire, viajero dinámico y libre, se convierte en tema y símbolo que da unidad a un libro en el que el endecasílabo blanco es el principal vehículo formal de expresión. En ese mismo año, P.G.C. inicia, en Tafira, la escritura de La rodilla en el agua, que sigue la línea del libro anterior y cuyo espacio-símbolo central es la isla. También, en 1934, escribe el relato surrealista Los senos de tinta. Asimismo, en los días inmediatos al golpe militar, compone los textos de Dársena con despertadores, el poemario que más se acerca a la escritura automática y a los principios surrealistas defendidos por A. Breton.
1936-1946: años inmersos en un ámbito de violencia. Prisión, guerra y prisión enmarcan la vida del poeta y de sus escritos: Entre la guerra y tú, Romancero cautivo, La arena y la intimidad, Hombros de ausencia y Viaje al interior de tu voz. Los tres poemas iniciales de Entre la guerra y tú, premonitorios de la inmediata barbarie, están creados poco antes de la Guerra Civil; las restantes composiciones, durante la guerra y, sobre todo, en la cárcel. La guerra y el tú amoroso son los dos ejes de este poemario de estirpe surrealista y sentido trágico. Romancero cautivo, su libro más testimonial, poetiza la trágica y estremecedora peripecia humana que viven el poeta y la España republicana entre 1936 y 1940. Lo inicia en el campo de concentración, lo continúa en Dakar y lo concluye en prisión.
1946-1981: años de exilio interior y de búsqueda de la esperanza. Tras salir de la cárcel, su vida debe desenvolverse en un tiempo de libertad encadenada. En 1951, aparece Día de alondras, texto vinculado estéticamente al neopopularismo, en el que el poeta busca refugio en un momento adverso de su existencia. Ricardo Gullón, elogia la aparición de estos «romances que dicen las alegrías −o las penas sencillas− del mundo y de la vida». Por otra parte, reanuda su relación con escritores y profesores extranjeros y, en 1956, junto a José Domingo, presenta en la III Bienal Internacional de Poesía celebrada en Knokke (Bélgica) Las fuentes de la poesía popular, uno de sus ensayos más significativos. Poco después, en 1959, publica en Madrid una obra singular y muy destacada en la lírica española de posguerra: La esperanza me mantiene, libro que es secuestrado por la censura. En sus versos, cuyo rico lenguaje enlaza con la tradición del surrealismo, el poeta invoca y apostrofa a la mar, cambiante y profunda, en la que busca renacer. En el prólogo, Pérez Minik reflexiona sobre la importancia que adquiere, en el universo lírico de P.G.C., aquella copla que escuchaba de niño: «A la mar fui por naranjas, / cosa que la mar no tiene. / Metí la mano en el agua: / la esperanza me mantiene»; y añade: «Esta lucha entablada, a través de estos cuatro versos bellísimos, entre la realidad y la irrealidad ha de marcar muy poderosamente toda la creación de nuestro poeta». V. Aleixandre elogia el poemario del que dice que es «un cántico generoso de la conciencia humana, mucho más todavía que de la esperanza de los hombres».
Entre 1968 y 1970, García Cabrera publica: Entre cuatro paredes, Vuelta a la isla y Hora punta del hombre, libros en los que hay intimismo, evocación del hogar y los amigos ausentes, una emotiva mirada hacia el paisaje y el quehacer humano, y un claro compromiso. A su vez, crea los poemas de Las islas en que vivo, escritos «junto al mar batiente, en el litoral suroeste de Tenerife», entre 1960 y 1967. En el prólogo, expone que muchas de las «imágenes que cristalizan» en ellos «son formas elaboradas por el pueblo» y que su propósito ha sido «el de utilizar su fuerza expresiva y sus bellas siluetas coloquiales para dar calor» a la palabra poética. Elegías muertas de hambre, dedicado a la UNICEF, Ojos que no ven y Hacia la libertad recogen los versos que escribe y publica en los últimos años de su vida. A los tonos sociales, se unen las preocupaciones ecológicas y la denuncia de las secuelas y odios de las guerras. Cercana ya su muerte, acaecida en marzo de 1981, ve la luz A la mar fui por naranjas (1980), antología seleccionada por el propio autor, en cuyo prólogo, Pérez Minik elogia la lealtad lírica que ha mantenido P.G.C., aun en las situaciones políticas más adversas, para lograr «el más libre pero asimismo más riguroso y esforzado trabajo creador».