« Inicio / Archipiélago de las letras / Olga Rivero Jordán
Olga Rivero Jordán nació en La Laguna (Tenerife) en 1928. De formación autodidacta, no publicó su primer libro, Los zapatos del mundo, hasta 1982. Pese a ello, tiene una obra bastante prolífica que, aunque muy personal, entronca con la herencia del Surrealismo y las vanguardias insulares.
Olga Rivero Jordán nació en La Laguna (Tenerife) en 1928. Hija de Luis Rivero y de Rosario Jordán, su infancia estuvo marcada por la condición de represaliado político de su padre, primer teniente alcalde de La Laguna durante la República. Aunque vivió muchos años en la isla de La Palma, su trayectoria literaria. está estrechamente vinculada a su ciudad natal, a la que regresó en la década de los setenta y donde participó activamente en la vida cultural y promovió una tertulia literaria en el Ateneo.
De formación autodidacta, ha colaborado en numerosas revistas (Campus II Artymaña , Aquel Viejo Noray , El buey de las estrellas , Menstrua Alba , Taramela…) y periódicos. En 1982 vio la luz su primera obra: Los zapatos del mundo . A este título han sucedido otras cuatro obras en verso: Las llamas rápidas de la sangre, Poesía inédita (1977-2004) (2004)— que incluye los poemarios La piel del bosque (1977-1986), Solo de siluetas (1987 -1990), Lenguas de lluvias (2002) y Esgrima de espejos ( 2002)—, Memoria azul (2009) y Solar de manuscritos ( 2019). Si bien el vehículo dilecto de la creación riveriana ha sido la prosa, tal como constatan Girándula (1993), La ciudad soñada
(2003), La imaginista de sueños (2003), Hiladora de luz (2006), Mares (2006) y El sentir de la hoguera (2006).
Inéditas permanecen aún sus obras El duende azul, Huertas de luna y Los herrajes de la vida.
Desde principios de la década de los ochenta hasta la actualidad Olga Rivero Jordán ha publicado numerosos títulos . Sin embargo, estos apenas han sido objeto de atención más allá de algunas reseñas y entrevistas en la prensa provincial.
En realidad, los únicas aproximaciones a la producción de Rivero Jordán casi que se limitan a los preámbulos de sus obras y al capítulo “Olga Rivero Jordán, esta vagabunda del verso” inserto en la obra colectiva 20 escritoras canarias del siglo XX (2019). Cabe señalar que los primeros han sido redactados no solo por intelectuales coetáneos suyos es el caso de Isaac de Vega y de Carlos Pinto Grote, quienes firmaron los preámbulos a Girándula (1993) y Las llamas rápidas de la sangre (1995)— y por personalidades del mundo académico— Freddy Crescente prologó La ciudad soñada ( Juan José Delgado, Hiladora de luz (2006)—, sino también por otros creadores— Roberto Cabrera hizo la introducción a Mares (2006); Antonio Jiménez Paz, a El sentir de la hoguera (2006) y estudiosos más jóvenes como Marian Montesdeoca y Daniel María, autores de los prefacios a Poesía inédita (1977 2004) (2004) y Solar de manuscritos (2019) respectivamente.
Unos y otro suelen coincidir a la hora de señalar los aspectos más relevantes de la obra de Olga Rivero Jordán, de marcado carácter intimista e introspectivo. En primer lugar, la presencia de ecos románticos y acentos modernistas. En segundo lugar, las huellas del experimentalismo vanguardista y, sobre todo, del Surrealismo. En tercer lugar, la difícil adscripción genérica de su producción prosística. Por último, la aparición, entre otros, del color azul, el erotismo, la soledad, el onirismo y la memoria como motivos recurrentes.
Todo ello ha provocado interrogantes sobre la pertenencia generacional y la condición de epígono o rara avis de Rivero Jordán, quien, por otra parte, parece haber influido en los componentes del grupo poético de los ochenta, con quienes, además de editorial, compartió la consigna estética de abandonar la “tiranía deshumanizadora” de Pedro García Cabrera. En 2018 fue galardonada con el Premio Victorina Bridoux de las Letras.