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La literatura de Lola Suárez une a su gran carga de imaginación y belleza plástica, la habilidad de combinar el lenguaje escrito y el oral, lo que enriquece y estimula a sus lectores que, al encontrarse con un lenguaje cercano, se acercan con más confianza a los textos.
Lola Suárez nace en Arrecife de Lanzarote el 6 de junio de 1955. Estudia Magisterio y Pedagogía en la Universidad de La Laguna y ha ejercido como maestra en diversos colegios de Tenerife, siendo su último destino el Colegio Público “Camino de la Villa” en La Laguna.
Mujer de un gran compromiso con la enseñanza, en 1984 fue miembro del comité de redacción de la revista infantil y juvenil Marañuela. También formó parte del grupo de trabajo Antonio Robles, y en la actualidad pertenece al grupo Atalanta, colectivo que, como el anterior citado, tiene como objetivo principal la animación a la lectura y la dinamización de las Bibliotecas Escolares, así como las de los Centros de Profesores, Asociaciones de Vecinos y Entidades Culturales.
En el año 2001 participa como coautora en el proyecto editorial del Gobierno de Canarias, Textos canarios para la escuela. También participa como autora en las actividades de PIALTE (Programa Insular de Animación a la Lectura y Técnicas de Estudio) del Cabildo de Tenerife.
Desde el año 1996, celebra encuentros con alumnos y profesores de centros de Primaria y Secundaria de las islas, y ha participado como ponente y cuentacuentos en varias ediciones del Festival Internacional del Cuento de Los Silos.
Autora con un profundo sentido de la insularidad, sus relatos parten de experiencias propias o ajenas, ya que, como ella misma afirma, «Cada historia ha surgido en un momento diferente, motivada por una vivencia determinada… Todos mis cuentos parten de experiencias vividas y muchos de mis personajes son reales».
Todo ello con el conocimiento de estar escribiendo para un público joven, aunque sin plantearse una edad determinada.
Consciente de que estas primeras edades son el territorio donde se fragua nuestra concepción del mundo, Lola Suárez escribe para esas primeras miradas y para esas primeras preguntas.
Para ello no duda en acudir a la fábula, un recurso, por otro lado muy efectivo, sobre todo en la infancia, en la que las historias protagonizadas por animales u objetos son tomadas con naturalidad y con acercamiento afectivo, como en el caso de sus libros Cleta y Domitila, cuyas protagonistas son dos tortugas, o Las aventuras de Motita de Polvo.
Una de las principales características de la literatura de Lola Suárez es la variedad de temas y de registros, en los que el humor y el misterio destacan como componentes importantes y atractivos, a lo que se une una gran sensibilidad por todo lo que sucede a su alrededor. De ahí que no rehúya temas tan actuales como el de la emigración; ni recopilaciones de cuentos de miedo, como en el caso de Historias de fantasmas, libro en el que, además, nos ofrece una reflexión sobre el hecho narrativo.
Los protagonistas de todos los relatos de Lola Suárez, descritos siempre con rasgos precisos, se hacen totalmente creíbles y nos proponen diferentes visiones del mundo en el que les ha tocado vivir, donde no son ajenos las dificultades, los peligros, o las injusticias contra las que se rebelan con éxito sus personajes, aportando así una visión esperanzadora del acontecer humano, lo que aporta al lector joven un pensamiento crítico y transformador, así como una toma de conciencia de la realidad. Protagonistas que, como Juan cabeza de nido, o Calima o el viejo pescador, Juan, nos reconcilian con la vida.
Por otro lado, su sentido de pertenencia a unas islas, hace que estas estén presentes en sus narraciones, sobre todo la isla de Lanzarote, de la que es originaria, pero sin caer en la autocomplacencia, es decir, con una visión crítica y reivindicadora.
Este mismo sentido de la canariedad, la lleva a utilizar un lenguaje en el que abundan los canarismos, pero utilizados en su momento justo, sin forzar, apareciendo sobre todo y de forma muy natural, en los diálogos de los personajes, contribuyendo así a que no se pierda una gran parte de nuestro léxico.
Sin ningún ánimo de adoctrinamiento, aunque aceptando el compromiso con la sociedad en que vive, en sus relatos se une una gran carga de imaginación y belleza plástica, a la habilidad de combinar el lenguaje escrito y el oral, lo que enriquece y estimula a sus lectores que, al encontrarse con un lenguaje cercano, se adentran con más confianza a los textos.