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Juan-Manuel García Ramos representa y continúa la mejor tradición del humanismo en Canarias. Poseedor de una vastísima cultura, afianzada en su labor como catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de La Laguna, ha puesto aquella al servicio del archipiélago reiteradamente. Consciente de que la literatura es el arma más eficaz para explicar el espíritu de los pueblos, sus ensayos, su ingente labor periodística, así como sus obras novelescas, han sondeado la identidad insular hasta hacerla surgir de su escritura.
Nace en San Cristóbal de La Laguna en 1949. En 1974, ya novel y prometedor profesor de la Universidad de La Laguna, consigue con Bumerán el “Premio de Edición Benito Pérez Armas”. En Bumerán se impone la literatura cíclica, la trama se atenúa en favor de una insistente indagación narrativa sobre la identidad insular, un asunto que ha sido un leitmotiv del autor. Es una obra con un fuerte alcance sobre la realidad, predomina una visión existencialista del mundo, en la que la isla —cerco— impone sus leyes. En este sentido, Juan-Manuel García Ramos hace una aportación muy personal que va a ser característica de su devenir como escritor y pensador: el tono ensayístico. El protagonista, trasunto de una colectividad coetánea, la de los años setenta, va desplegando conversaciones, o reflexiones íntimas, en torno a lo que supone haber sido republicano, de lo que significa América como El Dorado económico y libertario, la difícil tarea de instalar el socialismo, el arte pictórico como evasión, la literatura como necesidad vital, o circunstancias más comunes como haber terminado vendiendo cupones de ciegos o trabajando de limpiarretretes, Este conglomerado se enhebra en un conjunto textual muy legible a pesar de su conexión estilística con el experimentalismo literario, con la nueva novela como se denominó por entonces en España. No es de extrañar que en las citas preliminares elegidas por Juan-Manuel García Ramos para Bumerán nos encontremos con Alain Robbe-Grillet, uno de los miembros más significativos de la nouveau roman francesa. Sin embargo, y este punto es muy destacado en el autor lagunero, las influencias de esta tipología literaria provienen no solo de su conexión con la literatura europea sino de la americana. Pensemos en Faulkner y en los autores de la expansiva onda del boom: García Márquez, Vargas Llosa y, sobre todo, Onetti.
En 1980 sale a la luz su segunda novela, Malaquita, “Premio de Novela Benito Pérez Armas”. Con el estilo aún anclado en el proceso del experimento narrativo, esta novela es donde observamos con mayor intensidad el trasfondo onettiano de Juan-Manuel García Ramos. La marginalidad en su amplio espectro adquiere la dimensión que merece en la novela. No en vano, el autor demuestra a través de un hábil ejercicio de rastreo diseccionar la realidad, rayar la superficie y escarbar en el entramado que hay bajo esa maraña. Y ahí vemos que el mundo marginal es sorprendentemente amplio y duro. Como el escritor uruguayo, García Ramos obra la alquimia exacta para maridar la crudeza con la poesía, con un lirismo hondo, sufriente pero también hermoso. Entre las miserias que ensucian la ciudad anidan sesgos de belleza. Entre ellos, destacan sobremanera los trazados por el amor que se incardina en la novela como una esperanza redentora y eterna. El inglés. Epílogo en Tombuctú, “Premio de Literatura del Gobierno de Canarias”, se publica en 1991. Carlos Asturias Harrow, descendiente de una familia de ingleses que recalan en Tenerife, es el protagonista. El rico acervo cultural de Canarias, proveniente en gran medida del mestizaje que se ha desarrollado a lo largo de la historia, se plasma a través de este personaje humanista que hereda lo proveniente del tronco familiar y se proyecta hacia un futuro ambicioso como gran intelectual. Sin embargo, en la línea de los mejores antihéroes —Bajo el volcán, de Malcolm Lowry—, todos los hados favorables se deshacen y Carlos Asturias Harrow cae en la tormentosa espiral del fracaso. Juan-Manuel García Ramos ha dejado atrás el experimentalismo y la crítica social para adentrarse en una novela dotada con mayor narratividad, donde la presencia de la trama es mucho más reconocible, y se inserta en una línea de novela personal, que podríamos definir como novela de la intimidad, una intimidad que se apoya en una estupenda recreación filosófica. Tras el fracaso, surge como única vía redentora para el protagonista la aventura africana y ahí desemboca en ese epílogo en Tombuctú, que permite rememorar El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
Con El guanche en Venecia (2011) surca un nuevo derrotero: la novela histórica. No obstante, esta tipología narrativa está trazada desde un nexo común en toda su literatura: la indagación sobre la identidad insular. Desde los meandros de una realidad aparentemente ficticia —tras la conquista de Tenerife, Fernández de Lugo envía al mencey Bencomo a la corte de Castilla, y de allí parte hacia como un exótico regalo de exposición hecho al dux Agostino Barbarigo— , Juan-Manuel García Ramos lleva a cabo una versión libre exultante de dinamismo, de documentación histórica y de tramas que confieren a la novela una trama plena de expectativas. Ello no obsta para que la obra fortalezca, como habíamos señalado, la perspectiva del ahonde sobre la identidad de Canarias. En este sentido, además de apuntalar los sucesos en torno a la conquista de Tenerife, la última isla en ser rendida en 1496, a través del personaje de Bencomo y de su increíble periplo indaga en la conexión bereber de los antiguos aborígenes del archipiélago.
También desde la historia de Canarias se cimienta El zahorí del Valbanera (2013), pero en esta ocasión Juan-Manuel García Ramos se integra en esa historia metanovelescamente. José Aquilino Ramos, abuelo del autor, es el protagonista de la que tiene al barco Valbanera y a su tragedia como eje central. Con una dimensión autobiográfica que no habíamos visto antes en la creación anterior del escritor, este realiza un magnífico ensamblaje de vivencias personales, existencias marcadas por el destino y la asunción del trasvase Canarias-América —y viceversa— como fundamento del ser atlántico. El zahorí del Valbanera cuenta el naufragio del navío, con la desaparición de 488 personas frente al puerto de La Habana. Un suceso que conmovió a los canarios porque ahí iban sus familias de emigrantes. José Aqulino Ramos, gracias a su intuición de zahorí, se salvó como otros que decidieron no forzar la máquina del destino y desembarcaron en Santiago de Cuba. Pero los que decidieron seguir al albur de la suerte en el mar para buscar un trabajo —como hoy en día miles de emigrantes siguen cruzando las aguas del Atlántico y del Mediterráneo— fueron sumergidos por la catástrofe. Juan-Manuel García Ramos asimila por medio de su abuelo José Aquilino el episodio del Valbanera, uno de los episodios más crueles que se conocen dentro de los numerosos y trágicos accidentes provocados en los procesos migratorios. Una vez más, la narrativa de Juan-Manuel García Ramos no deja indiferente; esta novela histórica con raíz autobiográfica sacude el intelecto e insta a actuar ante la desolación del emigrante.
El trabajo ensayístico ha sido uno de los focos prioritarios de la escritura de Juan-Manuel García Ramos, Premio Camp de l’arpa de ensayo 1976. En este ámbito del pensamiento se ha centrado en dos asuntos principales: el estudio literario y la indagación sobre la identidad insular. Ambos elementos no son, ni mucho menos, antagónicos. Todo lo contrario. Es la profundización en los autores atlánticos —sobre todo de Hispanoamérica y de Canarias— lo que conduce al autor a determinar —y a darle un nombre— a la Atlanticidad, el espacio donde se asientan culturas interrelacionadas por el nexo común del océano Atlántico. Un espacio que arranca desde antes del descubrimiento o redescubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, pero que a partir de este acontecimiento de alcance universal se reivindica como esa comarca de trasiego y de trasvases mutuos entre tres continentes —Europa, África y América—, que confieren una particular identificación atlántica.
Aunque el núcleo ensayístico es común, podemos vertebrar varios vectores. En el terreno de los ensayos literarios encontramos específicamente los dedicados a la literatura hispanoamericana, de los que entresacamos: La narrativa de Manuel Puig. Por una crítica en libertad (1982), Edición crítica de El astillero, de Juan Carlos Onetti (1983), Imaginario de Gabriel García Márquez (1984), Manuel Puig (1990), La narrativa de Manuel Puig. Por una crítica en libertad (1993), La literatura iberoamericana en el 2000. Balances, perspectivas y prospectivas (2003), La metáfora de Borges (2003), Tres ensayos (Zambrano, Neruda, García Márquez y Cervantes) (2005), Colón entre la historia y la literatura (2006), Una teoría de la lectura: Cien años de soledad (2016).
La nueva narrativa canaria (1987), Romancero guanche de Diego Crosa y Costa (junto a Carlos Gaviño de Franchy, 2001)En La seducción de la escritura (1992) y Antes de la literatura. El narrador y otros ensayos (2008), vemos al Juan-Manuel García Ramos más teórico en torno al fenómeno de la creación literaria. Mientras que en La cultura de la democracia (1989) observamos cómo se incardina —recordemos su condición de humanista— en una reflexión sociopolítica de miras universalistas.
El campo del ensayo se extiende al periodismo donde ha llevado a cabo una importantísima labor que ha sido premiada en 1982 con el «Premio de Periodismo Leoncio Rodríguez», en 1991 con el «Premio Internacional de Periodismo J & B», convocado por la empresa Justerini and Brooks, y en 2003 con el «Premio de Periodismo Mare Nostrum Resort», donde participaron autores de toda la Unión Europea.
Además de haber sido fundador y director de la revista Liminar, de literatura y arte, desde 1979 a 1987, en la que realizó traducciones de crítica literaria y estética de Susan Sontag, de Leyla Perrone-Moisés y de Philippe Sollers, ha escrito columnas dominicales para Diario de Avisos, de Tenerife, Canarias 7 y La Provincia, de Gran Canaria, y de otras colaboraciones en la prensa nacional e internacional. Una selección de sus artículos aparece en Prosas atlánticas (1998) y Prosas nómadas (2004).
Una de las más valiosas aportaciones de su quehacer ha sido dar cuerpo, nombre y sentido a la Atlanticidad, que resuelve con suma eficacia las dudas identificativas, no solo del archipiélago canario, sino de los pueblos orillados al Atlántico, sobre todo aquellos de la región macaronésica. Estos textos son fundamentales: Las relaciones canario-cubanas (1989), Ensayos del Nuevo Mundo (1993), Por un imaginario atlántico. Las otras crónicas (1996) Premio “6 de Septiembre” de Investigaciones Americanistas 1995, Los símbolos de la identidad canaria (1997), Los otros, nosotros (2001), Atlanticidad. Canarias y la comarca cultural atlántica (2002), Intrahistoria del nacionalismo canario (2008), Sobre el Imaginario Narrativo Atlántico (dir., 2012) y Los otros diálogos atlánticos (dir., 2013).
Ha escrito algunas monografías sobre arte, entre las que se encuentra su libro sobre La pintura de Fernando Álamo (1993).
En su actividad como editor destaca, sobre todo, la llevada a cabo como Consejero de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias. En ese periodo funda y dirige las colecciones Biblioteca Básica Canaria, por la que recibió en 1997 el Premio Internacional José Vasconcelos, en México; Nuevas Escrituras Canarias, Facsímiles Canarios y la Biblioteca de Artistas Canarios.
Ha sido invitado por diversas universidades y centros de investigación nacionales y extranjeros. Su participación en congresos y eventos científicos es abundante. Fue becado para ampliar estudios en Argentina, donde fue profesor-investigador del Instituto «Ricardo Rojas» de la Universidad de Buenos Aires. Ha dirigido cinco memorias de licenciatura y tres tesis doctorales sobre su especialidad y actualmente se encuentra dirigiendo otras memorias de licenciatura y tesis doctorales, además de otros trabajos de investigación orientados especialmente a su área de investigación sobre la atlanticidad. Ha participado en congresos internacionales de su especialidad en Pittsburgh (1979), Budapest (1981), Puerto Rico (1982), Salamanca (2000). En 1985 fue Secretario de Organización del III Congreso Internacional de Escritores en Lengua Española, presidido por Camilo José Cela; en 1992 fue Vicepresidente del «IV Congreso Internacional del Centro de Estudios de Literaturas y Civilizaciones del Río de la Plata», celebrado en Canarias. Ha sido invitado para impartir cursos o conferencias en la Universidad del País Vasco, Universidad de Zaragoza, Universidad de Valladolid, Universidad de Extremadura, Universidad Menéndez Pelayo, en la Sociedad General de Bellas Artes de Lisboa, en el Museo de Arte Contemporáneo «Sofía Imber» de Caracas, en la Casa “Leonor Pérez” en La Habana, en la Casa de América y en el Instituto de Cooperación Iberoamericana en Madrid.
Aparte de los premios ya reseñados, le fue concedida la condecoración de la Medalla de la Asamblea General del Poder Popular de Cuba por su tarea en pro de la cooperación cultural entre Canarias y América. Es Presidente de Honor del Ateneo de La Laguna y Socio de Honor del Instituto de Estudios Colombinos de La Gomera.
El Premio Canarias de Literatura, recibido en 2006, reconoce toda su variada y prolífica actividad profesional que siempre ha tenido a la literatura como centro, como base de un humanismo intelectual activo y crítico. Su escritura es la escritura del pensamiento insular.
Juan-Manuel García Ramos publica su primera novela, Bumerán, en 1974, con veinticinco años. La juventud es uno de los rasgos caracterizadores de la “Narrativa Canaria de los 70”, donde se inscribe el autor. Junto a él, otros creadores como Juan Cruz, Luis Alemany, J. J. Armas Marcelo, Víctor Ramírez, Luis León Barreto…, solidificaron esa generación que en el terreno de la narrativa no había tenido parangón alguno en la historia de la literatura canaria hasta entonces.
Diversas circunstancias confluyeron en el vértice de la década de los 70 del siglo XX en Canarias que apoyaron la eclosión de esta narrativa. Aunque la dictadura aún daba fuertes coletazos, se había iniciado un proceso de renovación social y cultural ya en los sesenta; con la apertura del turismo internacional de masas se facilita el acceso a lo que se hace en los países de referencia, como Francia, baluarte de la cultura en esa época. El crecimiento turístico —en Canarias es evidente— provoca un crecimiento demográfico, ciudadano y económico. Todo ello germina en una actividad creativa sin precedentes, auspiciada por editoriales como Taller de Ediciones J. B. o Inventarios Provisionales, así como por premios literarios: Premio de Novela “Benito Pérez Armas” y el Premio “Pérez Galdós”. Estas circunstancias fueron un acicate, pero quienes le dieron forma y contenido fueron los autores, como Juan-Manuel García Ramos.
Su vida profesional ha pivotado, en su mayor parte, sobre la literatura, a la que accede desde casi todos los ángulos posibles: catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de La Laguna, novelista, crítico, articulista, editor, ensayista… Su condición humanística, en la que prevalece el servicio del hombre de letras a la comunidad, lo conducen a la actividad política con un proyecto de identificación nacionalista que converge en la creación del PNC (Partido Nacionalista Canario). Ha sido diputado en diferentes legislaturas del Parlamento de Canarias, así como consejero de educación del Gobierno de Canarias.
Como escritor de ficción destacan sus novelas Bumerán (1974), Malaquita (1980), El inglés. Epílogo en Tombuctú (1991), El guanche en Venecia (2011) y El zahorí del Valbanera (2013). Autor de la generación narrativa de los 70, su escritura parte del experimentalismo crítico que se advierte en sus dos primeras entregas. La tercera, El inglés. Epílogo en Tombuctú, es un punto de inflexión. El experimento textual deja paso a una novelística filosófica con una trama bien distinguible. En este proceso de resurrección de la anécdota se encuadran sus dos últimas creaciones, forjadas sobre el basamento de la novela histórica con raigambres bastante hondas en el análisis de la cultura insular atlántica.
Su rica obra ensayística se estructura en dos líneas básicas: los estudios literarios y la identidad de Canarias. Posee más de treinta trabajos críticos donde prevalecen sus preocupaciones por la literatura hispanoamericana contemporánea y por autores como José Eustasio Rivera, Onetti, Borges, Neruda, García Márquez, Manuel Puig… Algunos títulos de este quehacer son: La narrativa de Manuel Puig. Por una crítica en libertad (1982), Imaginario de Gabriel García Márquez (1984), Manuel Puig (1990), La narrativa de Manuel Puig. Por una crítica en libertad (1993), La literatura iberoamericana en el 2000. Balances, perspectivas y prospectivas (2003), Una teoría de la lectura: Cien años de soledad (2016).
Su profundización sobre la historia y el devenir de Canarias le ha llevado a la teoría sobre lo que él mismo ha definido como la Atlanticidad, esa comarca cultural oceánica donde dialogan pueblos y culturas de distinto origen. Con su libro Por un imaginario atlántico (1996), prologado por don Antonio Rumeu de Armas, obtuvo el Premio “6 de Septiembre” de Investigaciones Americanistas, en su edición de 1995, otorgado por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias.
Como editor, por la fundación y dirección de la Biblioteca Básica Canaria le fue concedido en 1997, en México, el Premio Internacional José Vasconcelos.
En el año 2006 le fue otorgado el Premio Canarias de Literatura en reconocimiento a toda su trayectoria profesional.