Juan Ismael

Por Oswaldo Guerra Sánchez

Juan Ismael es uno de los pintores más destacados de la vanguardia artística canaria de la década de 1930, adscrito principalmente a la corriente surrealista. Su producción plástica posee una impronta lírica que va indisolublemente ligada a su obra literaria, mucho menos conocida pero clave para entender la compleja personalidad del autor y los derroteros de la poesía canaria entre 1930 y mediados del siglo XX.

Ismael Ernesto González Mora (1907-1981), conocido artísticamente como Juan Ismael, es oriundo de la localidad de La Oliva, isla de Fuerteventura, aunque pasó su infancia y juventud en Santa Cruz de Tenerife, lugar donde comenzó su formación artística en la Escuela de Artes y Oficios.

A finales de 1927 se traslada a Las Palmas de Gran Canaria, donde trabaja en el laboratorio fotográfico de Teodoro Maisch, y entra en contacto con la Escuela Luján Pérez. Allí trabará amistad con Felo Monzón, Jorge Oramas, Santiago Santana, Plácido Fleitas y otros artistas de la vanguardia insular.

Hacia 1930 el pintor regresa a Tenerife y participa en la fundación de la efímera revista Cartones, proyecto que lideran, entre otros, los escritores Pedro García Cabrera y Ernesto Pestana Nóbrega. Una muestra de su obra plástica en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife genera gran expectación.

En 1931 fija su residencia en Madrid, donde trabajará en el taller del pintor José Aguiar. Allí se relaciona con otros intelectuales canarios, especialmente con Antonio Dorta. Celebra varias exposiciones en el Ateneo de aquella ciudad que le proporcionan cierta resonancia. Se vincula al grupo ADLAN (Amics de l’Art Nou). En 1936 participa en la Exposició Logicofovista de Barcelona, junto a Maruja Mallo, Ángel Ferrant, Remedios Varo y Ramón Marinello, entre otros. Durante los duros años de la Guerra Civil española lo vemos en varias localidades: Salamanca, Santander, Bilbao.

Al acabar la contienda regresa a Madrid y se vincula con el movimiento poético postista. En 1944 es condenado por un tribunal franquista por “comunista y masón”. La pena de cárcel es finalmente conmutada por un “destierro” en las Islas Canarias.

A partir de 1945 recupera su actividad intelectual. Colabora estrechamente con Pedro Pinto de la Rosa en la confección de la revista Mensaje. En ella aparecerán no solo dibujos suyos, sino también sus primeros poemas. En 1946 aparece su libro de poesía El aire que me ciñe. Al año siguiente cofunda el grupo PIC (Pintores Independientes Canarios, 1947) y tres años más tarde LADAC (Los Arqueros del Arte Contemporáneo, 1950), con Manolo Millares, Felo Monzón y Alberto Manrique.

En 1956 emigra a Venezuela, país en el que ejercerá un intensa labor profesional como dibujante para una empresa publicitaria y para un estudio de arquitectura, hasta que en 1966 regresa a las Islas Canarias. Trabaja como profesor sucesivamente en la Escuela Luján Pérez y en los institutos de Bachillerato de Agüimes y Tafira.

En 1977 aparece una breve publicación, Chalet de O’Gorman (Las Palmas de Gran Canaria, Mafasca para bibliófilos), adelanto de lo que iba a ser su obra poética reunida que, con el título de Dado de lado, no aparecería sino póstumamente.

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