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José Rivero Vivas nace en Santa Cruz de Tenerife en el año 1934. Cuenta con una extensa obra literaria. Pese a encontrarse en gran parte inédita, sobrepasa una treintena de títulos que abarca novela, cuento, teatro, ensayo y algunos libros de poemas aún no publicados.
Comienza su andadura literaria en la década de los setenta. Comenzó a publicar en esos años aunque no se ha incluido en el denominado boom de los setenta. Fue finalista de los premios Benito Pérez Armas con la novela Ni una palabra (1972), titulada actualmente Gesta de ensueño, del Premio Guipúzcoa, con la novela Los amantes (1970); segundo premio de cuentos de La Tarde con La extraña actitud de Nicomedes en (1971); finalista del Premio Vicente Blasco Ibáñez con la novela La espera (l978), una de sus obras más célebres. En 1981 recibe en París una mención especial de los Premios Plaza Mayor por su poema Respuesta; le es otorgado el Premio España de relatos con su cuento Recurso en el IV Concurso Literario de FAEERU de Londres (1987-88). Ha sido también galardonado en 1984con el premio de teatro de autor Ciudad de La Laguna por la pieza Jimena cuenta de Nicasio. Emigrante en Europa durante gran parte de su vida, reside en distintos países desempañando trabajos de toda índole que le permiten dominar varios idiomas, como el inglés y el francés. En esta última lengua publica en 1974 Le dieu scandinave, traducido por René Cérano, quien firmara el primer estudio sobre su obra Qui est José Rivero Vivas? En el año 2008 Ediciones Idea crea la Biblioteca José Rivero Vivas donde se ha publicado una quincena de títulos entre los que se destaca La magua, su novela más emblemática. En la actualidad reside a caballo entre Londres y Tenerife.
José Rivero Vivas es un escritor polifacético en el sentido más literal del término. Las catorce novelas que ha publicado con Ediciones Idea entre 2007 y 2013 son un muestrario de historias y personajes que permiten al autor revelar diversos perfiles de su imaginario narrativo. La mayor cualidad del autor radica en el buen olfato que posee para hallar la belleza en la simplicidad, que no en la simpleza, y en el valor que le merecen las historias marginales y de los olvidados. Los personajes de Rivero Vivas, no obstante, pertenecen a distintos niveles sociales y comparten, en su conjunto, el latido común del deseo, o, más bien, el desarrollo o la imposibilidad del deseo. Para Rivero Vivas no prevalece tanto la idea de la consecución del deseo cuanto la expresión del deseo en sí mismo y cómo este altera el devenir de sus personajes.
La magua es su obra más célebre, una novela sobre la identidad, pero más sobre la identidad insular que sobre la identidad canaria. Se trata de una reflexión sobre la soledad y la nostalgia que alberga un indudable gusto canario, como el autor ha declarado alguna vez. Uno de los más importantes eslabones de La magua manifiesta la convivencia con la naturaleza y el respeto y defensa a su paisaje, que revierte precisamente en el aspecto crítico sostenido en la narración. La magua de Marcial, su protagonista, es una contradicción: estar aquí y también estar fuera. El deseo de albergar las dos posibilidades, imposibles de fundir en una única experiencia, es la raíz de su tensión. Por eso Marcial se fue de la isla, y por eso mismo Marcial regresará. La magua es una novela generosa en su lenguaje, enriquecido de un vocabulario extenso y reflexivo, que cuenta más de lo que señala en apariencia. Nos referimos a un recurso muy personal de Rivero Vivas, una marca de la casa: narrar la sencillez de la que hablábamos antes con un pulso contundente, florecido, decimonónico incluso, hábito que encuentra su génesis en el magisterio que la novela francesa ha ejercido en él.
La obra ensayística de Rivero Vivas se centra en los ámbitos de la escritura y la figura del creador literario como miembro pensante de la sociedad. Por otra parte, la producción teatral publicada de Rivero Vivas, aun sin estrenar, se reduce a dos piezas: Jimena cuenta de Nicasio y Braulio se pudre en la esquina, ambas sustentadas en una acción casi detenida por el diálogo, que representa a su vez el motor del pulso emotivo de la obra, siempre ambientado por un lenguaje exigente y enriquecido.