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José Clavijo y Fajardo (Lanzarote 1726 – Madrid 1806) fue uno de los nombres importantes que las islas aportaron a la Ilustración española. Tras comenzar su formación en Las Palmas de Gran Canaria, desarrolló su trayectoria intelectual en Madrid en donde residió desde muy joven y en donde, atrapado por la Ilustración y su espíritu, abarcó diversas disciplinas, pues fue traductor, naturalista, publicista y escritor. Su más valioso legado para la posteridad fue el semanario ilustrado El Pensador, una de las publicaciones más representativas de su época. En ella, y a la manera del precedente inglés The Spectator, José Clavijo organiza los seis volúmenes de su periódico en “pensamientos” variados y flexibles, en todos los cuales se muestra como verdadero “espectador” de la vida social española, sobre la cual reflexiona, opina y propone.
José Clavijo y Fajardo nació en la villa de Teguise (Lanzarote) en marzo de 1726. Tras iniciar su educación en el convento de San Pedro Mártir de Las Palmas y completarla en materia de Leyes con el regente de la Real Audiencia de Las Palmas, marcha a la Península. En 1749 está en Madrid como secretario del comandante don José Vázquez Priego. Comienza entonces una etapa de buenas relaciones en la Corte que le permiten ocupar plaza en la Secretaría del Despacho Universal de la Guerra (1750). Entre 1756 y 1761 viaja por distintas ciudades española y por Francia. En París se relaciona directamente con insignes ilustrados de la época, entre ellos con Voltaire y con el naturalista Buffon, a quien traduciría con gran acierto. En 1763 es nombrado Oficial del Archivo del Estado, consigue el privilegio especial de la publicación de El Pensador y lleva adelante la iniciativa de publicación de un periódico semanal del Estado Militar de España, que perdurará durante casi un siglo. En 1764, Pedro Agustín Caron de Beaumarchais, un francés hábil para la intriga y escritor de regular talento, le denunció por el incumplimiento de la palabra de matrimonio dada a una hermana suya; y el asunto sobrepasó los límites de lo privado para conseguir apartar a nuestro escritor temporalmente de su cargo de Archivero Real y, al parecer, de la Corte. También logró convertirle en asunto central de diversos dramas literarios: primero, en dos textos de Beaumarchais (el drama Eugénie y un fragmento de su Memorias) y en otros textos franceses, y por fin en la tragedia en cinco actos titulada Clavigo, que estrenó en Hamburgo en 1775 el gran J. W. Goethe. En la época hubo otros textos sobre el problema, y no faltaron los exculpatorios: el primero y el más decidido fue el de José Viera y Clavijo, al hilo de la “Biblioteca de Autores Canarios” que incluyó en las páginas de su Noticia histórica de las Islas Canarias. Tal vez no mereció la cuestión el efecto que produjo, pues no dejó de enturbiar momentáneamente la opinión de escritor autorizado y serio, y de “pensador” reconocido y considerado que merecía de José Clavijo.
Durante 1764-1767 José Clavijo permaneció alejado de la Corte. De regreso, en 1767, recibe del ministro Campomanes el nombramiento de Oficial Mayor para la correspondencia de los asuntos relativos a la ocupación de los bienes de los jesuitas, y en 1770 Carlos III le nombra Director de los Teatros de los Reales Sitios, lo que le permitió contribuir do a la corrección de gran parte de los dramas que se representaron en su tiempo. En1773, y por orden del ministro Grimaldi, continúa la publicación del Mercurio histórico y Político de Madrid que había dirigido el orotavense Tomás de Iriarte, labor en la que continúa hasta 1779. En 1776 abre sus puertas el Gabinete de Historia Natural de Madrid, a partir de una curiosa colección de minerales, esqueletos, animales disecados y otras curiosidades; y a ese Gabinete aparece ligado Clavijo desde su creación: primero como Bibliotecario y Formador de Índices, como Vicedirector después, y siempre como nombre de referencia del Gabinete para todos los ministros reales. En 1800 el rey Carlos IV le concede el título de Miembro del Tribunal de la Contaduría de Mayor del Consejo de Hacienda. Asimismo, ingresa en las Academias de Historia Natural de Berlín y de Copenhaguen y se le acoge como miembro especial en la Sociedad de Amigos del País de Las Palmas. Falleció en Madrid el 3 de noviembre de 1806.
Clavijo y Fajardo fue estimado traductor y excelente autor de artículos de crítica social; pero lo más representativo de su obra es la publicación de periódico ilustrado semanal El Pensador cuyos números se estructuraron en seis volúmenes entre 1762-63 y, tras un silencio, en 1767.
El Pensador se estructura en “Pensamientos”: 13 corresponden al tomo I, 14 a los tomos II y III, 10 al tomo IV, 19 al tomo V y 15 al tomo VI. En semejanza con The Spectator inglés, Clavijo organizó sus Pensamientos de manera variada y flexible añadiéndoles el atractivo personal de la amenidad que consigue su atractiva y cercana prosa.
En la estructuración de los contenidos, fluctúa entre dedicar a una cuestión concreta varios Pensamientos consecutivos, y -las más de las veces- apuntar un tema en uno o dos ensayitos abandonándolo luego. En los temas clave, vuelve -pensamientos adelante- a una cuestión previamente apuntada, y es extraño que quiebre el curso de un asunto para dar noticia de una carta «recién recibida». Fluctúa también Clavijo en el modo de exposición de los temas: bien entra en cuestión directamente a partir de una reflexión propia, bien se vale de supuestas sugerencias de lectores en forma de cartas (que se transcriben), o en forma de «mensajes» de esos mismos lectores (que se comentan y se desarrollan), o bien acude a una autoridad reconocida para, desde una opinión o comentario, abordar cuestiones concretas.
El objeto indiscutible de la publicación del El Pensador -se repite insistentemente- es la utilidad, concepto muy del día que concreta Clavijo en el afán de cooperar en la educación moral y artística de los ciudadanos. Como no podía dejar de ocurrir en su mente de estructuración clásica y metódica, el Pensamiento I deja claros ante el lector el porqué y el cómo de la publicación: su motivo, su objeto, su finalidad, su método y los detalles colaterales del tiempo y el lugar de publicación. Así, en la Introducción, que llena el Pensamiento I («que servirá de Prólogo», indica el propio autor) queda explícito que el objeto del El Pensador es mostrar utilidad para «mejorar a los hombres» del hoy y del mañana desde la experiencia y la observación del prójimo; que la complicación de la tarea imponen como vía metodológica la variedad; y que “el papel” estará a disposición de los lectores los lunes en la libreros Orcel de la calle de la Montera. Quedan explícito igualmente los porqués genéticos del texto: la satisfacción personal del afán por manifestar las ideas que en el cerebro bullen respecto a «la menor cosilla en orden a las costumbres, a la política, al idioma, o a cualquiera de aquellas, que miran a la sociedad, a la vida, a las Artes, a las Ciencias”; el deseo de aprovechar el tiempo propio criticando, «sin genio satírico, sin maligno humor, sin rencor y sin venganza», al «tipo humano» que se esconde tras los nombres («Clelia, Celio, Tiresias o Aristipo») de quienes aparecerán en distintos momentos del texto para ejemplificar defectos y virtudes. Aparte de los lemas de satíricos latinos que figuran en las portadas de los distintos tomos, abundan en la sucesión de los Pensamientos las referencias a autoridades (Pitágoras, Catón, Juvenal, Plinio, Cicerón, El Pinciano, Riccobini, etc.), bien citándolos al hilo de una idea, bien reproduciendo directa o indirectamente porciones de sus textos con un alto sentido del reconocimiento de la autoridad, principio clásico por excelencia que aconsejaba -casi imponía- seguir de cerca a los maestros imitándolos con rigor textual, aunque “la experiencia hará ver, que el Pensador no convierte en mérito propio el trabajo ajeno» (I, I). En el conjunto de los Pensamientos y como buen Ilustrado, Clavijo se perfila como un luchador incansable frente a los viejos tópicos sociales y artísticos de su tiempo: la educación, las costumbres, los entretenimientos, el teatro, etc. Destacó como combatidor decidido de los Autos Sacramentales, a la desaparición y condena de ellos contribuyó: lo que le costó ser acusado de anticlerical.
Don José Clavijo y Fajardo, nacido y formado en uno de los lugares más alejados de la cultura de su tiempo, va a ser un de los hombres clave más representativos de España dentro de las corrientes de la Ilustración europea. Coincidió en la Corte con otros importantes ilustrados canarios: los Iriarte (don Juan, don Bernardo, don Domingo y don Tomás), y también con Viera y Clavijo, en los años más que fructíferos de la etapa nacional e internacional del futuro arcediano de Fuerventura. Correspondió precisamente a Viera anotar los primeros datos sobre la obra, la vida y la significación de José Clavijo en la relación de Canarios Ilustres con que completó el texto de su Historia general de las Islas Canarias.