Graciliano Afonso

Por Antonio Becerra Bolaños

Graciliano Afonso desarrolla una incesante labor ilustrada, en su empeño de que las Islas se incorporen a la cultura occidental y se encuentren entre las naciones modernas. Su obra aúna varias facetas, las de poeta, traductor y teórico de la literatura.

Escritor nacido en La Orotava (Tenerife) en 1775, hijo del pintor Cristóbal Afonso.
Estudió en el Seminario Conciliar de Canarias y obtuvo la canonjía doctoral en la Catedral de Santa Ana. Diputado a Cortes durante el Trienio Liberal, entre 1822-1823, con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, y tras haber sido condenado reo de lesa majestad (había votado la incapacidad de Fernando VII), tomará rumbo al exilio americano, que conocerá diversas etapas: Cumaná (Venezuela), Trinidad de Barlovento y Puerto Rico, donde
aparecerá su primera obra, de carácter anacreóntico, y el primer libro de poesía publicado en la isla, El beso de Abibina (1838), junto con traducciones de Anacreonte y Museo. De regreso a Canarias, tras la muerte de Fernando VII y el perdón de la reina regente María Cristina, escribe la Oda al Teide, que se publicará en 1853, año de la aprobación de la Ley de Puertos Francos.
Tras su llegada a Gran Canaria, se reintegra a su antiguo cargo de doctoral en la Catedral, empleo que había permanecido vacante durante sus años de destierro gracias a la complicidad de los obispos que ocuparon la Diócesis de Canarias en aquel periodo. En esos años retoma sus funciones en el Cabildo Catedral, en el que ejerce como secretario. Entre otras labores que desarrolla, es elegido para redactar un informe sobre el establecimiento de
una institución de segunda enseñanza en las Islas. Desde 1845, solicita reiteradamente la jubilación, que no logrará.
En 1851, durante la epidemia de cólera morbo que azota la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, el doctoral es el único canónigo, junto con Juan Casañas y Frías, que permanece en la Catedral. El cólera se cobra, entre otras muchas, las vidas de Juan Evangelista Doreste, brillante humanista y animador de la vida cultural en la Isla que había realizado una biografía de Bartolomé Cairasco de Figueroa, y otros profesores del colegio San Agustín; Graciliano Afonso es llamado para impartir clases de Retórica y Poética durante el curso 1851-1852. Asimismo, se verá obligado, por la precariedad económica de su jubilación, a presidir el Cabildo Catedral tras el fallecimiento del magistral Frías.
Durante años el doctoral tratará infructuosamente de obtener alguna dignidad en otras diócesis; al principio, intentará conseguir una dignidad en La Habana y en Venezuela.
Posteriormente, en la Península, para lo cual escribirá a quien fuera compañero en las Cortes del trienio liberal, el Duque de Rivas; sin embargo, no obtendrá ninguna respuesta.
Desde 1854 hasta la fecha de su muerte, el 18 de agosto de 1861, se retirará de la vida capitular y su único esfuerzo irá dirigido a la publicación de su obra, especialmente, la dedicada a las traducciones de Virgilio y Horacio; se refugia en el entorno de la familia Martínez de Escobar, con cuyos miembros mantiene lazos de amistad y parentesco.

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