Nace en La Orotava (Tenerife) en el año 1948. Dispone de una amplia obra poética, comenzada en los años 70’ y desarrollada de manera ininterrumpida hasta la actualidad. Su obra literaria se caracteriza por un personal estilo que se extiende por una gran diversidad de temas y registros líricos que ha ido alternando con una significativa muestra de mundos narrativos.
Tras una infancia y adolescencia entre libros y con una vocación para la escritura, marcha a Madrid para estudiar historia del arte en el año emblemático del 68. Abandona los estudios para reemprenderlos en 1977. Es el año en que publica su primer libro, Porque somos de barro. A partir de ese momento se adentra en la creación literaria y obtendrá varios premios, entre los que cabe destacar el “Pedro García Cabrera”. Con el poemario, Objetos (1981) entra en un periodo de reflexión y con necesidad de abrirse a otros territorios poéticos que caían bajo la órbita de Pedro García Cabrera, Rafael Arozarena, San Juan de la Cruz, Cernuda, Agustín Espinosa. Con el libro de 1982, Presagios de sueños en las gargantas de las palomas, la escritora se acerca a un cierto irracionalismo, con las sospechadas influencias de Baudelaire, Apollinaire y de los surrealistas canarios. En 1987 publica Un cierto sabor ácido para los días venidero; cargado a la vez de serenidad e ironía, la poeta se centra en el tema amoroso tratando de conservar un paraíso perdido. Con Vísperas de la ausencia (1989) se contraponen los mundos de la realidad habitual en la que habita y el mundo de la memoria; los versos describen la noche oscura de un alma que sale del lugar del sentimiento para encaminarse al encuentro del cuerpo. La poeta declara que el título Otoño de los dáctiles velos (1991) surgió de un juego que pronto se convirtió en un ejercicio de indagación sobre el propio vivir y sobre el lenguaje. En Fábula y otros desconciertos (1992) no usa la fábula como correlatos de acciones humanas; en el espacio autónomo del poema, el animal interviene en el escenario humano como un actor más en el gran teatro del mundo. Cinco años después da a conocer Y de pronto anochece, un poemario que da paso al espacio urbano y en donde aprovecha los instantes de luz que traspasan al ser antes de que caiga la noche. Con anterioridad ha comenzado a internarse en el mundo narrativo con la colección de cuentos Futuro imperfecto (1994); con tales relatos intenta liberarse de algunos fantasmas cotidianos que se resistían a salir en los poemas. De ese modo recapitula lo aprendido hasta ese momento de lo que ha ido dejando la historia en su vida. El tópico del viaje para dar cuenta de su recorrido vital aflora nuevamente en su poemario Así en la tierra (2000). En ese año se publica Solo el mar: el mar como único principio organizador del libro aunque su gestación se produce por la propuesta del arquitecto Carlos Schwartz quien le entrega una serie de fotografías de imágenes marinas que le suscita los respectivos textos poéticos. Mantiene de manera ininterrumpida, en el marco ya del siglo XXI, una producción poética que aborda diversos temas; en 2002 llegan los poemas de Doce lunas de eros y, sucesivamente: la antología Octubre (2003), Azogue (2005), Para cruzar los puentes (2006), El libro de la duda (2007), Bestiario (2008), La ciudad y el deseo (2009) y Cuaderno del orate (2014). Esta escritora, además, ha ido creando un personal territorio narrativo con el aporte de una serie de libros que orienta hacia la literatura infantil y juvenil, además de varias novelas en las que, en alguna de ellas, perfila relatos de hondo contenido actual (Los niños de la lata de tomate, 2012), o, por otra parte, se inscribe en la denominada novela de la memoria histórica, tal como se aprecia en Mientras maduran las naranjas (2009).
Esta escritora ha mantenido una activa vida cultural. Ha pertenecido a varias redacciones de revistas literarias (Fetasa, Cuadernos del Ateneo, ACLrevistaliteraria); ha colaborado en diversos suplementos culturales y fue coordinadora de varios congresos de literatura. Fue elegida presidenta del Ateneo de La Laguna en 1999. Es miembro de número de la Academia Canaria de la Lengua; fue nombrada, en el año 2013, miembro del Instituto de Estudios Canarios. En 2015 se le concede el Premio Canarias de Literatura.
Aunque Cecilia Domínguez no se encuentra del todo conforme con su primer libro de 1977, Porque somos de barro, un libro sincero y espontáneo, según ella misma indica, este es un poemario que muestra ya una concepción poética que irá desplegando en años venideros mediante una voz que, con reverberaciones musicales, procura anunciar los paisajes que el ojo mira o sospecha y que la poeta vive o imagina. Una voz que busca el más allá de lo visto y de lo vivido y que tiene la capacidad de palpar entre el barro los sentimientos. Con ello se está procurando decir que sus poemas son auténticas revelaciones de una poeta que va construyendo universos en los que ella pueda habitar, siquiera por un instante. Hay una íntima relación de la poeta con la naturaleza. Esa correspondencia será uno de los más significativos signos de esta autora: En el encuentro del yo con las cosas encuentra la plenitud. Y va en busca de la plenitud a partir de un punto que se halla marcado por las sombras de la soledad y de la ausencia. Son bastantes los poemarios en donde la idea del viaje prevalece. Pero siempre, siempre, en esa andada travesía habrá ansias de regresos ideales: regreso de amanecer, de vida nueva en la que se junten, por fin, al amante con la amante que espera. Es una espera intemporal que no podrá medirlo ninguna circunstancia porque el poema se ha plegado a las enigmáticas leyes del mito. El sujeto poético se convierte en centro, y hacia él se envía cualquier agente propicio o adverso: el viento que separa y aleja, la noche que calma y pide silencio. La llama cuyo fuego enciende pasiones, el mar que sirve de lecho… En fin, Cecilia Domínguez ha fundamentado y modulado una concepción poética personal. Su voluntad de no quedar incluido en ningún grupo revela su vocación de mantener un quehacer poético –y literario- sin anclajes a marcas con “denominación de origen”.