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Ángel Guerra es el pseudónimo del escritor José Betancort Cabrera, uno de los narradores canarios más importantes y prolíficos del primer tercio del siglo XX. Destacó principalmente en el campo de la novela y el periodismo, pero también publicó libros ensayísticos y de poesía. Como político tuvo un papel clave en la modernización del sistema penitenciario español.
José Betancort Cabrera (Teguise, Lanzarote, 1874-Madrid, 1950), que firmó con distintos pseudónimos como Juan Petate, Matías o Tarsis, ha pasado a la posteridad con el galdosiano nombre de Ángel Guerra, usado por el escritor ya desde finales del siglo XIX.
Sus primeros años de vida transcurren en la Villa de Teguise, pero pronto se trasladará a Las Palmas de Gran Canaria para continuar sus estudios, tanto en el Seminario Conciliar de Canarias, como en el Colegio de San Agustín. En esa ciudad empieza a colaborar con la prensa local.
Con el cambio de siglo marcha a Madrid y se matricula en Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Central. Pronto entra en la redacción del Heraldo de Madrid y afianza su relación con Benito Pérez Galdós, que será su maestro literario. A partir de ahí se convierte en habitual colaborador de importantes publicaciones periódicas, como El Imparcial, Diario Universal, España Moderna, etc., hasta que en 1908 será nombrado corresponsal de La Correspondencia de España en París, periódico del que años más tarde llegará a ser director. En París se relaciona con varios intelectuales establecidos allí, principalmente con Fernando León y Castillo y con el gran periodista Luis Bonafoux. Aprovecha para viajar por diversos países de Europa.
Su carrera literaria comienza precozmente en Canarias, donde publica sus primeros versos (Una hoja de mi álbum, Teguise, 1891) y su primer acercamiento al relato (Aguas primaverales, Las Palmas de Gran Canaria, 1900). A partir de ahí inicia una fructífera carrera como narrador que lo llevará a publicar en Madrid, Barcelona, Valencia y en su propia tierra natal. También fue autor de numerosas traducciones del catalán, portugués, italiano, francés e inglés.
En 1912 inicia su carrera política al presentarse como Diputado a Cortes por la circunscripción de Lanzarote, puesto que revalidará durante una década hasta la llegada al poder de Primo de Rivera en 1923. Su figura se torna decisiva tras la caída de la dictadura, al ser nombrado Director General de Prisiones. Bajo su mandato se establecen las bases para la modernización del anquilosado sistema penitenciario español y realiza una ingente labor para mejorar las condiciones de las prisiones de Canarias.
El comienzo de la Guerra Civil trunca prácticamente su vida laboral y creativa. Logra escapar de Madrid gracias a la ayuda de Juan Negrín. Tras la Guerra Civil, volvió a Madrid, donde vivió apartado de la vida pública.
Ángel Guerra forma parte del núcleo de escritores insulares que renueva y da impulso a la narrativa canaria de principios del siglo XX, representada principalmente por los hermanos Millares Cubas, Benito Pérez Armas, Miguel Sarmiento y el propio José Betancort Cabrera, autores todos ellos nacidos entre 1863 y 1876, con escrituras a caballo entre el post-realismo y la encrucijada modernista.
La narrativa de estos escritores, que deja atrás la estela del romanticismo (notablemente cultivada décadas antes por el gran polígrafo canario Agustín Millares Torres), abandera el cambio bajo el signo del magisterio galdosiano, y bascula entre el realismo finisecular y el modernismo, pero casi siempre con el telón de fondo de una vigorosa y escudriñante mirada hacia la tierra natal, una mirada que va alejándose del costumbrismo a medida que el pensamiento de la modernidad se instala en la sociedad canaria.
Ángel Guerra representa, en el seno de esta generación, al novelista consagrado en los temas marinos y al de mayor inclinación hacia la corriente naturalista. No en vano, buena parte de sus narraciones tienen como escenario la dura vida en torno al mar, generalmente el mar canario, aunque a veces se mueve hacia otros como el cantábrico (como por ejemplo en A bordo, de 1901). El mar es incluso el verdadero protagonista, como si de un personaje se tratara, en novelas como Mar afuera (1907) y narraciones como Al jallo (1907) o La Lapa (1908). En ellas el espacio marino se presenta como medio de vida, en toda su dimensión trágica, lo que permite al autor desarrollar sus dotes de narrador realista. La más conocida y popular de sus novelas marinas es La Lapa, rescatada por el profesor Antonio Cabrera Perera en el seno de la prestigiosa editorial Cátedra (1978), quien la calificó, como ya lo hiciera Sebastián de la Nuez, como la mejor novela regionalista de Canarias.
Ángel Guerra no elude en sus prosas el compromiso social, que aprendió del propio Galdós y que se manifiesta en una inclinación a retratar con ironía a las clases burguesas de la sociedad de su tiempo, y a prestar especial atención a las clases populares para situarlas en el centro de la mayoría de sus novelas. Las gentes humildes, ya sean los marineros y sus familias, o los campesinos que malviven en el rigor de su dedicación al campo, son por tanto los verdaderos protagonistas de sus narraciones, de quienes no se esconde, a través de ágiles y realistas diálogos, y mediante descripciones que en ocasiones rayan en lo expresionista, su destino trágico.