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Alfonso Amas Ayala (Las Palmas de Gran Canaria, 1934- 1998), humanista de sólida formación clásica y persona emprendedora y diligente, consiguió contribuir como pocos a la difusión del saber y la cultura conjugando, siempre y a la vez, las tareas de profesor, investigador, ensayista, y gestor cultural. Fueron sus grandes pasiones la Literatura en sus contextos y la Historia, especialmente el espacio histórico Canarias-América, que fue base de muchas de sus investigaciones. Intervino activamente en la creación del Museo Pérez Galdós, y logró convertirlo en centro de referencia internacional, especialmente a través de la creación de los Congresos Internacionales de Estudios Galdosianos, que inauguró siendo director de la Institución en 1973. De 1960 a 1989, ocupó el cargo de Director de los Museos Insulares de Gran Canaria, desarrollando en todos ellos una incansable y eficaz labor en pro de la difusión y el reconocimiento de nuestra identidad, nuestra literatura, nuestra historia, y nuestra cultura.
Alfonso Armas Ayala nació en Las Palmas de Gran Canaria en enero de 1924. La influencia intelectual de su padre, lector amplio y admirador fervoroso de Pérez Galdós, sería determinante en el temprano despertar a la cultura y a las letras de aquel joven tranquilo y reflexivo, abierto a la curiosidad y a la inquietud intelectuales. Pronto llegó a adquirir una sólida formación humanística, fundamentada en el conocimiento profundo de los autores clásicos.
En 1934, durante sus estudios de Bachillerato en el Instituto de Las Palmas, recibió la influencia de maestros como José Chacón o Agustín Espinosa, que lo marcaron para siempre. En 1945 se licenció en Filología Clásica por la Universidad de La Laguna, y, diez años después, en 1955, obtuvo en ella el grado de Doctor con un trabajo pionero y esencial en las letras canarias: «Graciliano Afonso, un prerromántico español». Durante estos años, participó activamente en el ordenamiento de los fondos del archivo y biblioteca de El Museo Canario de Las Palmas, cuya hemeroteca logró ordenar, fichar y catalogar hasta confeccionar un importante “Índice de los periódicos del Museo Canario”, con Joaquín Blanco y Aurina Rodríguez Galindo como grandes colaboradores.
En 1962 obtuvo por oposición la Cátedra de Literatura con destino en el Instituto de Enseñanza Media Isabel de España de Las Palmas de Gran Canaria, centro que, bajo su dirección (1965-1975) logró convertir en foro de cultura amplio y abierto. Posteriormente, Alfonso Armas fue profesor del Colegio Universitario de las Palmas y de la Facultad de Filología de la ULPGC en los primeros años de su existencia. Igualmente, y durante esos años, fue profesor visitante en las Universidades Andrés Bello y Central de Caracas (Venezuela), y en las españolas de Salamanca y La Laguna.
Cuando en marzo de 1962, se creó la Universidad Internacional de Canarias Pérez Galdós, radicada en Las Palmas de Gran Canaria y vinculada a la Universidad de La Laguna (era Rector D. Alberto Navarro González), la Institución contó con Alfonso Armas como el primero y más eficiente de sus impulsores y gestores. La UICPG llenó un espacio vacío en Gran Canaria; fue un adelanto de la Universidad Humanística de que Gran Canaria carecía.
Ligado, desde esos años sesenta hasta los noventa, al Cabildo de Gran Canaria, la labor de Alfonso Armas en la poderosa Institución cabildicia fue más que valiosa. Si ya fue destacada la fundación, con Ventura Doreste, del Servicio de Ediciones del Cabildo y la colaboración con Agustín Millares Carlo en el Plan Cultural de la antigua Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas, fue de excelencia su labor en el nacimiento y desarrollo de las Casas-Museos Insulares, de los que fue director desde 1987 (se le llamó el Padre Las Casas). En todos ellos logró infundir a sus actividades rigor universitario y alcance internacional. Así, la Casa de Colón, destacado lugar irradiador de cultura y sede de las actividades americanistas, entre las que ocupa lugar primero la celebración de los Coloquios de Historia Canario-Americana, que dirigió hasta su retiro físico otro intelectual sobresaliente: el historiador don Francisco Morales Padrón. Así la Casa-Museo de Pérez Galdós que cofundó en 1964 y que consiguió dinamizar la investigación galdosiana en España, y a la que atrajo al galdosismo internacional, merced a los Congresos Internacionales Galdosianos (el primero, en 1973). Así, la Casa-Museo de León y Castillo, en Telde, de gran relevancia en cuestiones de historia moderna, de ayer a hoy. Y el Museo Antonio Padrón en Gáldar, territorio cultural dedicado a la fuerza artística de la pintura isleña. Y la Casa Tomás Morales, en Moya, el espacio consagrado a la creación poética y a su estudio. Bajo su impronta se organizaron en toda Gran Canaria, Exposiciones, Premios de Investigación y de Creación literaria, Cursos y otros programas de formación especializada que cubrieron entonces las carencias derivadas de la falta de instituciones universitarias en la isla de Gran Canaria. Tal vez el mayor logro de Alfonso Armas en todo ello fue su habilidad para formar equipos de gestores excelentes y sabios que, desde su impronta, han logrados que esas instituciones sigan siendo hoy lugares de excelencia para la cultura, en todos sus aspectos.
Pese a tantas actividades públicas, Alfonso Armas no abandonó nunca la investigación activa en temas de literatura e historia, sus dos grandes pasiones. Colaboró en diversas revistas españolas y americanas, y fue redactor de la desaparecida revista Índice (Madrid). Su preocupación americanista se tradujo en su empeño por crear la cátedra Simón Bolívar (1982), auspiciada por los gobiernos de Venezuela y España, con sede en la Casa-Museo Colón (Las Palmas de Gran Canaria).
En 1984, Alfonso Armas irrumpió en la vida política insular, llegando a presidente de la Comisión de Educación del Cabildo, miembro de la Comisión de Cultura de la citada entidad y miembro del Consejo Social de la Universidad de La Laguna (Tenerife). Igualmente, figuró entre los promotores de la Ley de Reordenación Universitaria, a partir de la cual se impulsó la creación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Fue nombrado Académico correspondiente de la Real de la Historia, y recibió la Medalla de Bellas Artes del Ministerio de Cultura de España. El Gobierno venezolano le otorgó las distinciones de la Orden de Francisco de Miranda y de la Orden de Andrés Bello, destinadas a premiar servicios al progreso del país y a su educación y sus letras, respectivamente. En el Congreso galdosiano de 1994 recibió la Insignia de Oro de «Galdosiano de Honor”. Igualmente, recibió el premio «Canarias7» de Educación e Investigación. En los premios del Día de Canarias de 1998, el Gobierno Canario le concedió la Medalla de Oro. El Cabildo Insular lo distinguió con el Can de Plata, y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria lo nombró Hijo Predilecto.
Falleció en su ciudad natal el 22 de julio de 1998.
Dijimos que, pese a tanta actividad públicas, Alfonso Armas no abandonó nunca la investigación en temas de literatura e historia, que abordó siempre con perspectiva de interrelación entre la una y la otra y atendiendo a los contexto en toda su amplitud. Porque la mirada investigadora de Alfonso Armas es siempre el resultado de un entrecruce de mundos. Si la perspectiva histórica se cruza con la filosófica en las obras de contexto americano, la historia, la literatura y la sociedad se complementan en la mayoría de las aportaciones críticas de Alfonso Armas sobre los contextos socio-literarios de las Canarias, a los que aplicó todas sus investigaciones.
Sin olvidar sus estudios sobre la literatura del Renacimiento y sobre géneros de alcance general, la atención investigadora de Alfonso Armas tiene lugar de privilegio en los temas del asentamiento de la literatura que nació en Canarias en la etapa que transcurre desde principios del XVIII: de la ilustración al pre-romanticismo y al romanticismo canarios, tan peculiar este último. Lugar destacado ocupa en ellos su Tesis doctoral sobre Graciliano Afonso, ya citada, con la que Alfonso Armas redescubrió para la posteridad la interesante personalidad de aquel comprometido ilustrado y profundo humanista que vivió intensamente la larga y fructífera etapa que va de la Ilustración al romanticismo político y revolucionario de 1850.
Igualmente, fue Armas de los primeros investigadores en llamar la atención sobre Agustín Espinosa y, en general, el surrealismo canario. Dejó constancia de ello, aparte de artículos en prensa y otros trabajos, en “Espinosa, cazador de mitos”, y en el prólogo «Bajo el signo de Agustín Espinosa» que acompañó a la coedición (con J.M. Pérez Corrales) de Textos (1927-1936).
Lugar propio merece la referencia a la labor desarrollada por Alfonso Armas Ayala en torno a Benito Pérez Galdós. Porque, poniendo la Casa Museo Pérez Galdós bajo su dirección, y a pesar de los problemas de incomprensión y hasta de rechazo que tuvo que sortear, el Cabildo de Gran Canaria logró que Pérez Galdós, que ya era para los canarios un paisano admirado y un novelista de excepción, un paisano admirado y un novelista de excepción, fuera rescatado para la isla y el mundo en su dimensión artística universal del mejor novelista español del realismo. Aplicado a la investigación galdosiana, llevó a cabo una labor ingente en la organización de los archivos de la entidad, exhumó documentos varios de interés notable para la biografía y la crítica del gran escritor y publicó artículos y libros sobre el novelista grancanario. Destacamos los dos volúmenes de Galdós, lectura de una vida, una exploración clarificadora, inteligente y muy documentada sobre el gran novelista.
El nombre de Alfonso Armas suscita de inmediato la imagen de un excelente difusor de cultura. Y así fue.
La difusión de la cultura puede realizarse desde atalayas diferentes: desde una cátedra docente bien entendida, desde las columnas de la revista especializada o de la prensa, desde la organización y la gestión de actividades, desde la presencia viva en conferencias especializadas o en pregones, desde la presentación de eventos específicos, etc., etc. Y Alfonso Armas consiguió llenar, en el mismo espacio de tiempo, todas esas tribunas: fue conversador erudito en el aula escolar, crítico fino en las páginas impresas, organizador de sucesos artísticos y presentador cualificado de los mismos, comentarista intencionado al hilo de un texto o de una situación, etc. Fue el orador capaz de llenar con su voz resonante de sabiduría y de humanidad los espacios culturales más variados: conferencias, exposiciones, comentarios de libros, pregones, conmemoraciones, tertulias; el que encandilaba con su palabra despaciosa y casi mágica a mayores y a pequeños, a eruditos y a aficionados. Logró ser al mismo tiempo la voz cultivada que concitaba el respeto y el reconocimiento de públicos exigentes, y la espontánea que despertaba la admiración de curiosos culturales de mayor o menor pericia, cautivados todos por un verbo hábil, sugerente y despacioso que realizaba el milagro de ampliar los horizontes del universo cotidiano. Porque Alfonso Armas hizo de la difusión de la cultura su razón de existir; supo protagonizar siempre con éxito el papel de profesional voluntarioso y el de «vocero» empeñado en la tarea de acercar mensajes culturales a un público muy amplio y muy diverso como un maestro vocacional, dispuesto siempre a despertar curiosidades y a afinar facultades intelectuales dormidas.
En realidad, Alfonso Armas Alfonso Armas se sintió siempre, en primer lugar, un docente, actividad para lo que tuvo cualidades excelentes. Y eso consiguió ser. Nada más y nada menos.